Peter Kürten se sintió atraído hasta por su propia sangre. Esta fue su inquietud hasta la muerte. Calmado y con su destino totalmente aceptado, esta fue la pregunta que le hizo a su verdugo justo antes de que la guillotina acabara con el baño de sangre que Peter había derramado sobre las calles alemanas.
“Dime… después de que me corten la cabeza, ¿aún podré escuchar, al menos por un momento, el sonido de mi propia sangre brotando del tocón de mi cuello?”.
El mal en las calles
El terror en Düsseldorf durante la década de 1920 se podría equiparar a la angustia de Jonathan Harker por salir con vida del castillo de Drácula. Los más mayores recordaban antiguas noticias de un asesino que destripaba prostitutas en Londres. Habían seguido las actualizaciones en la prensa con la intriga y el morbo del mal ajeno. Pero ahora tenían el mal en sus calles y nadie se libra de temblar cuando el demonio acecha desde oscuras esquinas. Aparecían cuerpos de mujeres, hombres y niñas. Oh, aquellas niñas. Degolladas, violadas, encontraban la muerte al compás de puñaladas realizadas con unas tijeras o al son de un martillo que molía huesos replicando el sonido de alguna especie de tambor macabro. La ciudad estaba en vilo y es que el demonio tiene algo aún peor que su maldad: es un maestro del disfraz y siempre sorprende con la guardia baja.
Peter Kürten nació en Mülheim, actualmente un distrito de Colonia, el 26 de mayo de 1883. Su familia vivía en una escasez preocupante con muchas bocas que alimentar, pues Peter fue el tercero de los trece hijos que tuvo el aciago matrimonio. Su padre era un alcohólico violento que maltrataba a su madre y estuvo encarcelado por presuntos abusos sexuales cometidos sobre su propia hija pequeña. La violencia puede ser muy contagiosa y el ambiente doméstico persiguió a Peter por más que huyera de su hogar siendo muy joven. Según la “Enciclopedia Britannica”, Peter Kürten todavía no había cumplido los 10 años cuando ahogó a dos niños en el Rin. A inicios de la década de 1890 se mudó a Düsseldorf y allí sembró el caos con una espiral constante de delincuencia que solo hizo crecer hasta el final de sus días.
Robaba para sobrevivir y mataba por placer
Su sadismo despertó torturando, violando y matando perros abandonados . Pronto fueron insuficientes sus experimentos con animales y buscó satisfacer sus macabros placeres con personas. Apenas unos días antes de cumplir los 30 años, Peter se internó en una casa para robar. Pensaba que el domicilio estaba vacío, pero encontró durmiendo en su habitación a Khristine Klein, una niña de 13 años. Peter Kürten degolló a la niña. La policía encontró un pañuelo con sangre que tenía las iniciales “PK” bordadas. Pertenecía al asesino, pero el padre de la joven asesinada se llamaba Peter Klein y fue culpado por el crimen. Sí, el demonio también sabe aliarse con la fortuna en momentos oportunos.
Desde entonces se sucedieron varios asesinatos, cada vez más seguidos uno detrás de otro hasta que Peter perdió el control por completo. Mientras tanto, Peter sufría condenas por hurtos, agresiones sexuales, fraudes y por provocar incendios hasta contar con unas 30 detenciones hacia el año 1930. Con todo:
“Su habilidad para mantener una doble vida era proverbial. Cuando lo encarcelaron, para sus vecinos Kürten era un simple chófer de camiones, casado con una mujer respetable y sin más peculiaridad que un extravagante gusto por empolvarse la cara para ocultar su edad”.
Mató a Rosa Ohlijer, de 8 años, apuñalada con unas tijeras y luego quemó su cuerpo. Entre febrero y noviembre de 1929 acabó con al menos cinco personas, cuatro de ellas niñas menores. Llegó a enviar a la policía un mapa en el que señalaba dónde había dejado el cuerpo de una de las niñas asesinadas.
A la caza del Vampiro
A ese ambiente de terror que atenazaba a la población de Düsseldorf llegó una joven estudiante de 20 años. María Büdlick se bajó del tren y, mientras caminaba por la estación fue importunada por un hombre que la agarró del brazo. Apareció en su rescate un segundo hombre, con corbata, sombrero y un bigote recortado con la anchura de su nariz en una cara tan empolvada que recordaba la blancura del mismísimo Drácula. Los modales educados del señor del bigote sirvieron para calmar a María, a quien el desconocido se ofreció para acompañarla hasta su destino. María le indicó que buscaba una residencia, pero antes de llevarla al lugar, el desconocido la llevó a su casa, le dio de comer y se le insinuó. Büdlick lo rechazó y parecía que todo iba a terminar ahí, pero el señor del bigote la engañó y, en vez de acompañarla hasta la residencia, la llevó hasta el bosque de Grafenberger, a las afueras de la ciudad. Allí empezó a estrangularla y la violó. Por suerte, el asesino no terminó su trabajo como solía hacer y María salió con vida del bosque.
El testimonio y descripción de María Büdlick fueron fundamentales para que la policía pudiera arrestar al asesino de Düsseldorf. Peter Kürten confesó más de 70 delitos cometidos a sangre y fuego. Las crónicas contaban que sentía placer al prenderle fuego a casas abandonadas y esperar a que algún vagabundo saliera huyendo mientras se quemaba vivo. La sangre de sus víctimas le producía placer sexual e incluso admitió que había bebido sangre humana durante sus asesinatos.
Esta impactante confesión sirvió para que este asesino en serie pasara a ser conocido mundialmente como “el Vampiro de Düsseldorf”. Fue condenado a muerte y la guillotina acabó con su existencia la madrugada del 2 de julio de 1931. Sus actos supusieron una revolución para la criminología y la manera de afrontar los asesinatos en serie. Su cabeza fue diseccionada y momificada durante investigaciones por especialistas en criminología y anatomía. El cráneo de Peter Kürten se exhibe actualmente en el Museo Ripley’s de Wisconsin Dells, en Estados Unidos, donde se sigue alimentando esa intriga y el morbo del mal ajeno.
Referencias:
- Sadurní, J. M. 2022. Peter Kürten, el Vampiro de Düsseldorf que acabó en la guillotina. historia.nationalgeographic.com.es.
- Prego, C. 2021. El Vampiro de Düsseldorf, el asesino en serie que sembró el caos en la Alemania de entreguerras. magnet.xataka.com.
- Muy interesante.