Era 5 junio del 2002. Elizabeth Smart , una joven de apenas 14 años, se había ido a dormir como cualquier otra noche; sin embargo, ese día cambiaría su vida. En plena madrugada, fue secuestrada a punta de cuchillo cuando se encontraba en su habitación –en la casa donde residía con su familia en Salt Lake City, Utah– mientras su hermana de 9 años miraba impotente. La pequeña fue la que escuchó una voz familiar que tiempo después logró reconocer como la voz del vagabundo de pelo y barba largos que su madre había contratado para hacer arreglos en la casa: Brian David Mitchell .
«No hagas ruido. Sal de la cama y ven conmigo o mataré a toda tu familia». Esa fue la primera gota con la que el captor comenzó a «lavar el cerebro» de Elizabeth. Tras caminar varios kilómetros, la joven y su captor aparecieron en un camping donde les esperaba Wanda Eileen, la mujer de Mitchell. Elizabeth Smart, protagonista esta noche del canal Crimen + Investigación (22.30 h), sufrió nueve meses de cautiverio y abusos sexuales en manos de un autoproclamado líder religioso. La víctima, su familia y las autoridades policiales narran la historia del secuestro y de su difícil rescate, que contó con la ayuda del programa «America’s Most Wanted (Los más buscados de América)» .
Durante esos nueve meses, Brian David Mitchell no dejó de abusar de ella a diario por «revelación de Dios»; incluso, llegó a oficiar una ceremonia mormona en la que contrajo matrimonio con Elizatbeth Smart. Hasta que en marzo de 2003 fue vista junto a sus captores a apenas 30 kilómetros de su casa. La Policía acudió rápidamente y encontró a Mitchell junto con su mujer, Wanda Barzee, y a la propia Smart en un coche. Tras identificar a Elizabeth, detuvo a sus captores asalto, secuestro y acoso sexual, entre otros cargos.
«Durante meses he visto como el hombre que me violó y secuestró ha usado la religión para conseguir sus propósitos y manipular a otros». Con esa entereza, se expresó durante el juicio en el que por fin juzgaban a sus secuestradores. Tuvo lugar en 2010, siete años después de lo sucedido. Mitchell apelaba a la divinidad con el fin de justificar sus dos obsesiones: el sexo y el alcohol. Por eso, la forzó a beber y a tener sexo con él. «Recuerdo que un día me obligó a beber tanto que terminé desmayándome. Al día siguiente me desperté con la cara y el pelo cubierto de vómito».
Desde octubre de 2002 a marzo del año siguiente, los tres se asentaron en un campo de San Diego, donde se dedicaron a mendigar. «La única manera que tenía de que me escuchara era si incluía la palabra Dios en mi frase». Fue así como comenzó el principio del final. «Le dije que tuve una revelación . Que creía que deberíamos de regresar a Salt Lake City y que Dios me había dicho que rezáramos por ello». Incluso, ella incluyó en sus plegarias los deseos de su captor: «Las montañas de Utah están llenas de campos con mujeres, donde tendrás la oportunidad de conseguir otras novias mormonas y llevar a cabo tus revelaciones». Estos deseos hicieron que Mitchell intentara capturar también, sin éxito, a la prima de Elizabeth Smart.
Finalmente, llegó uno de los días más felices de su vida. La joven fue rescatada por agentes de policía, en una calle pública de Sandy, Utah, a 29 km de su casa, gracias a la ayuda y colaboración ciudadana a raíz de un episodio de «America’s Most Wanted (Los más buscados de América)». Durante su primera noche en libertad, Smart la pasó tocando el arpa y viendo vídeos. Volver al mundo real no fue fácil para la adolescente, pero sus familiares le ayudaron a salir adelante. «’Lo que estas personas te han hecho es terrible y puede que jamás consigas olvidarlo, pero el peor castigo que le puedes dar a esas personas es ser feliz’. Y ese consejo es lo que me hizo ser lo que soy hoy», recordó.
Perdió la esperanza
El día de su rescate no fue el único que tuvo contacto con la Policía. Durante el secuestro, Mitchell, Eileen y Elizabeth acudieron a una fiesta en la biblioteca de Salt Lake. Los tres iban ataviados con túnicas blancas y el rostro de las dos mujeres estaba cubierto con un velo. Aun así, un detective reconoció a la joven: «Estoy buscando a Elizabeth Smart y te pareces mucho a ella».
Según publicó en su momento «The Salt Lake Tribune» , el agente no consiguió ver el rostro de Elizabeth Smart porque Mitchell se interpuso. «Según nuestra religión, solo su marido puede hacerlo». El detective insistió, pero el acusado no accedió. Elizabeth recordó este episodio durante el juicio y reconoció que no pudo hacer otra cosa que mirar al detective petrificada. Cuando se marchó, la joven se derrumbó creyendo que había sido su única oportunidad de volver a ser libre.
Una vida en prisión
Tras un intenso juicio, en el que Mitchell fue declarado enfermo mental y no apto para ser juzgado en un tribunal estatal, el captor fue declarado culpable de secuestro y transporte ilegal de un menor a través de los límites estatales en diciembre de 2010, según informó el «The New York Times» . Esta sentencia lo condenó a cadena perpetua, mientras que su esposa Wanda Barzee, fue sentenciada a 15 años en una prisión federal por secuestro y transporte ilegal de un menor a través de los límites estatales. Por cooperar con las autoridades para probar los cargos que había contra su esposo, el juez Dale Kimball dio crédito a Barzee por los siete años que ya había cumplido antes del juicio. Actualmente, Barzee se encuentra en libertad . © ABC.