11 de julio de 2000. Eduardo Gallo mantenía su oído pegado al teléfono de su casa en la Ciudad de México. Del otro lado de la línea, su hija –Paola Gallo– le contaba las peticiones que habían hecho sus secuestradores para liberarla. Entre llanto, la joven de solo 25 años sugirió vender la casa en Tepoztlán en la que había soñado casarse o deshacerse de los autos que la familia tenía; hacer lo que fuera necesario para reunir el dinero solicitado por sus captores. Eduardo interrumpió su silencio con un honesto “Te amo”. Paola respondió: “Lo sé papá, dile a mi mamá que la amo”.
Cinco días después, el cuerpo de Paola –recién graduada de la carrera de psicología– fue encontrado en el estado de Morelos. La habían ejecutado en respuesta a algo; las dos balas que le arrebataron la vida a Gallo habían sido disparadas en venganza. Durante el año siguiente, Eduardo Gallo mantendría dicha palabra en la mente. Lo haría mientras investigaba por sus medios quién había secuestrado a su hija. Al final, el padre mexicano obtuvo lo que quería.
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¿Quién fue Eduardo Gallo?
Eduardo Gallo jamás pensó en involucrarse en investigaciones policiacas. Había estudiado derecho, trabajado en una empresa de consultoría para hoteles e iniciado una carrera como contador público. Además era un hombre comprometido con su familia y abiertamente social. Todo ello cambió el 9 de julio de 2000, cuando su hija Paola fue secuestrada por un comando armado en su casa de Tepoztlán, Morelos.
Paralelo al inicio de las negociaciones con quienes mantuvieron cautiva a la joven, Gallo buscó a las autoridades estatales y federales. Estas dedicaron la mínima atención al caso. Apenas un par de agentes y funcionarios se movilizaron a las propiedades de la familia. El padre, decepcionado de la poca acción de la policía, decidió emprender su propia investigación.
Sus intenciones no cambiaron cuando, la mañana del 16 de julio de 2000, el cuerpo de su hija fue encontrado después de un tiroteo. Según los detenidos en el lugar, una noche antes –fecha en la que se pagó el rescate– un grupo armado no identificado abrió fuego contra la casa de seguridad donde estaban los criminales, matando a tres de ellos. Creyendo que habían sido víctimas de una emboscada, un hombre asesinó a Paola. El dinero del rescate que Eduardo había entregado horas antes quedó junto a uno de los cuerpos de los secuestradores.
El padre mexicano que buscó y capturó al asesino de su hija
Para la Fiscalía el caso ya había sido cerrado. El culpable de la muerte de Paola había sido uno de los detenidos en la escena; le decían el “Apache Dos”. Sin embargo, el padre no estuvo de acuerdo con el veredicto. La negativa a profundizar en la oleada de secuestros que azotaba Tepoztlán, así como la clausura de toda investigación dio mala espina Gallo. “No es posible que mi hija muera como consecuencia de un pleito de bandas y resulte que la banda tenía cinco elementos hombres, de los cuales tres están muertos, un prófugo y un detenido”, dijo al diario El Universal. “Estos tipos me están tomando el pelo”.
Eduardo dedicó todo un año para dar con una respuesta que esclareciera la muerte de su hija. Dejó su trabajo, se instaló en Tepoztlán y comenzó a indagar en la zona. Se entrevistó con los habitantes del municipio, se adentró a los terrenos que estaban ilegalmente ocupados, contrató a personas para que intervinieran teléfonos relacionados con casos anteriores e incluso habló con otras víctimas de secuestro en Morelos. Así fue como armó un perfil de quienes podrían ser los culpables del asesinato.
Once meses después, viviendo de sus ahorros y poniendo en riesgo su vida, la labor de Eduardo Gallo dio resultados. Finalmente había dado con el posible verdugo de Paola: un sicario guerrerense que se ocultaba en el Estado de México. El 19 de junio de 2001, la Policía Federal detuvo a Francisco Zamora Arellano. A lo lejos, Gallo vio como arrestaron al sujeto, escuchó como confesó su crimen y disfrutó cuando lo sentenciaron a prisión. Su tarea había sido cumplida. “Paola me pidió que buscara justicia, no venganza”, dijo a la revista bilingüe Diálogos.
¿Qué pasó con Eduardo Gallo?
Tras lograr que el asesinato de su hija no quedara impune, Eduardo Gallo se dedicó al activismo. Apoyado siempre por su esposa y su hijo, el padre mexicano se unió a iniciativas sociales e incluso formó parte de la asociación civil México Unido Contra la Delincuencia (MUCD), creada después del boom de secuestros en la Ciudad de México durante el sexenio de Andrés Manuel López Obrador.
En 2011, Gallo salió de la organización después de criticar las acciones del gobierno de Felipe Calderón en terrenos de la Seguridad Pública. También acusó la existencia de grupos de poder que “pusieron por encima del interés ciudadano y social el aspecto económico”. Aunque anunció que formaría su propia organización con otros integrantes del Consejo Directivo de MUCD, esta nunca se materializó.
En los últimos años, la hazaña de Eduardo Gallo ha sido cuestionada por delincuentes encarcelados, quienes aseguraron que el hombre había provocado detenciones y participado en interrogatorios ilegales donde se practicó tortura a los acusados. También señalaron que su cercanía con Genaro García Luna –actualmente en juicio en Estados Unidos por sus vínculos con el narcotráfico– le permitieron actuar con total impunidad. Estos dichos no han podido ser comprobados, ni corroborados. © Revista Muy interesante.