Por Judit Gutiérrez, dramaturga y directora de teatro. Este año el 1° de mayo cae domingo y circulan varios memes al respecto. Lo sé. No estoy diciendo nada nuevo.
En 2020, fue viernes. Daba lo mismo. Las, les y los artistas estábamos sin trabajo. Desde el 2019 estoy en La Colectiva de Autoras, una organización independiente de instituciones, partidos políticos y del Estado. Cuando comenzó el ASPO nuestras reuniones se hicieron virtuales y hablábamos de todos los proyectos que habían quedado truncos. Nuestra categoría como artistas es, en el mejor de los casos, la del monotributo que podemos pagar y eso nos hermana con todas las personas que salen a trabajar por cuenta propia y reinvierten parte de sus esfuerzos en salir al día siguiente. Somos trabajadorxs autónomxs.
Es interesante la autonomía como concepto. El diccionario indica que es la “facultad de la persona o la entidad que puede obrar según su criterio, con independencia de la opinión o el deseo de otros.” El propio deseo guía nuestras acciones. Suena bien, ¿pero cuánto lugar hay en nuestra sociedad para llevar adelante los propios deseos? ¿Cuánto margen de apoyo le damos a los ajenos?
Habiendo experimentado en primera persona el trabajo en relación de dependencia puedo decir que no es ejemplo del mejor de los mundos. La explotación está presente en el mercado laboral, y no nos salva entregar a una otredad nuestra facultad de desear.
Las artistas, autoconvocadas en La Colectiva de Autoras, nos movemos en circuitos independientes. Allí, en la autogestión, es dónde más mujeres somos y dónde menos dinero circula, lamentablemente. Tenemos la capacidad especial de reinventarnos y de reunirnos. Me viene a la mente ese refrán “Dios los cría y el viento los amontona”.
Para mí ese amontonamiento que generamos es nuestra mayor virtud y la más temida. Será por eso que quedó estigmatizada para quienes piensan con refranes.
Las mujeres y las disidencias somos una conciencia de clase aparte, un subgrupo dentro del grupo de independientes, porque la desigualdad de oportunidades y el género siempre andan en pareja. Pero cuando gestionamos juntxs nos hacemos más fuertes y la pandemia nos unió más. En 2021 el 1 de mayo cayó sábado.
Quienes trabajamos por cuenta propia no tenemos fines de semana, cuando hay trabajo, se hace. Algunas de las autoras que integramos el Club de lectura de la Colectiva generamos un proyecto que llamamos “Bravata feminiana”.
Nos reuníamos por zoom e investigábamos acerca del humor en la dramaturgia escrita por mujeres, con la intención de generar textos propios, monólogos breves que dieran cuenta de nuestra mirada irónica acerca del sistema que nos oprime. Cuando ya teníamos bien nutrida nuestra investigación presentamos el proyecto al Fondo Nacional de las Artes y ganamos una Beca de Creación Grupal.
El dinero que se recibe por becas o subsidios es siempre un aliciente, pero no cubre los gastos, ni el tiempo de trabajo. ¿Y por qué debería cubrirlo, si ese trabajo se sostiene por el propio deseo? ¿No? Esa lógica atraviesa todo el mercado laboral, es la lógica capitalista. El deseo es propio, los destinos individuales y el éxito de la empresa el merecido. La escala impuesta por el mérito no contextualiza y desconoce la desigualdad de oportunidades. Aquello que emerge como exitoso es lo deseado por la sociedad en un momento dado. Esas aspiraciones se miden por el consumo. Sin embargo ese consumo siempre es estimulado y es en esos productos en los que se reinvierte. En esta lógica el fruto del trabajo de las, les y los artistas es un producto. ¿Su consumo es estimulado? ¿Se consume? ¿Vale la pena invertir en él? ¿Acaso alguien nos pidió que nos pusiéramos creativas en medio de una pandemia? ¿Quién, sino nosotras mismas, es responsable de sostener el entusiasmo de crear humor en medio de una tragedia? ¿Pero no es esa habilidad humana la que nos convierte en supervivientes? ¿Será que algunas vidas no son un producto humano en el que sea necesario reinvertir? ¿Será más rentable la muerte? ¿Será por eso que se estimulan tanto las guerras?
Cuando trabajaba en relación de dependencia solía pensar que me había convertido en una zombie. Todas las mañanas tomaba el tren, con las mismas demoras y empujones. Todas las tardes con el mismo cansancio de bolsillo flaco y esa falta de entusiasmo que genera la repetición sin sentido. En el Ramal Roca en el 2002, a los vagones les funcionaban mal las puertas y cuando llovía entraba agua por los agujeros del techo. En el tren que pasaba a las siete de la mañana por la estación de Lomas de Zamora viajaban cuatro obreros de la construcción que jugaban al truco.
Estos cuatro se hacían apuestas y bromas. Jugar y crear están íntimamente vinculados, pero trabajar y crear, trabajar y disfrutar, cuando por fortuna sucede, siempre está mal pago. Es un lujo de clase acomodada, que cuando se da genera mecenas privados. Pero el siglo XXI está marcado por la tendencia a la acumulación desmedida del capital y la inversión en todo aquello que se considera útil para reproducir dinero. El arte no reproduce el dinero, excepto que lo falsifique y lo enmarque y ese cuadro se venda a un precio millonario impuesto por alguien interesado en lavar sus ganancias. Hay una obra inteligente y desopilante, de Diana Raznovich, que se llama “La conversación” y que aborda el arte como un producto del sistema capitalista. El arte que no molesta, que reproduce dinero, es también uno que destruye sentido en vez de crearlo. Y no es casual que su obra me venga a la mente mientras escribo esta nota, porque consultamos muchos de los materiales de Diana para hacer nuestra investigación y escribir nuestros monólogos de Bravata.
Conectadas a la distancia aportábamos con un entusiasmo que me recordó una frase, que me dijo un señor muy aseñorado una vez que escribí para él una obra por encargo: “Te ví tan entusiasmada que pensé que no me ibas a cobrar.” Esa frase inspiró mi monólogo de humor, “Autónoma”. ¿Verdad que es imposible no pensar el vínculo que existe entre la explotación laboral como principio fundante del mercado, y la prostitución, cuando escuchamos esa frase?
Este año el 1° de mayo cae domingo. Lo sé. No estoy diciendo nada nuevo.