En él, actrices como Greta Garbo, Marlene Dietrich y Joan Crawford disfrutaban de su sexualidad sin tapujos
Todas las actrices legendarias de la Era Dorada de Hollywood tenían algo especial. Su carisma trascendía una sonrisa seductora y un peinado de ondas perfectas. Rita Hayworth y Marilyn Monroe son un ejemplo perfecto de ello, mucha gente no sería capaz de nombrarte el título de ninguna de sus películas, pero podrían dibujar sus caras de memoria.
Pero ni si quiera ellas, cuyas fotos aparecerían en una enciclopedia junto a la palabra “diva”, tenían ese no se qué inexplicable que desprendían Marlene Dietrich o Greta Garbo. Con una mirada, cualquiera de las dos podría hacer a la chica más heteroconvencida del mundo tuviese pensamientos impuros como para ir a confesarse cada día durante un mes.
Este magnetismo animal, su capacidad para rebosar feminidad incluso jugando con una ambigüedad masculina, no era solo cuestión de talento interpretativo. Si estas actrices eran capaces de seducir tanto a hombres como a mujeres en la gran pantalla era, precisamente, porque eran auténticas expertas en hacerlo en la vida real. ¿Pero cómo pudieron grandes divas lesbianas y bisexuales de Hollywood vivir su vida sin que la sociedad puritana de la época las echara a los leones? Pues organizando fiestas privadas bajo el nombre más recatado imaginable: los Círculos de Costura.
El código Hays y la estampida de los actores de vuelta al armario
Aunque durante los primeros años del cine, no era tan extraño ver homosexualidad en la pantalla, en la década de los veinte la cosa empezó a limitarse más. Las productoras decidieron autorregularse (o más bien, autocensurarse) para hacer sus películas más familiares, pero fue en los años treinta, con la llegada del código Hays cuando la cosa se puso complicada de verdad.
Establecido en 1930 y aplicado desde 1934, el código Hays, determinaba qué se podía y qué no se podía ver en las pantallas norteamericanas: nada indecente, nada inmoral, chicos con chicas y tocándose lo justo. Las películas europeas, por ejemplo, rara vez pasaban la criba.
No solo es que se censurase lo que se veía en las pantallas, también la vida personal de los actores y actrices. Por contrato, más les valía mantenerse bien cerraditos en el armario, al menos de cara a la galería, si no querían que los estudios los pusieran de patitas en la calle.
Eso no quiere decir que no hubiese rollo bollo en el Hollywood clásico, simplemente tenían que llevarlo con bastante disimulo.
¿Y qué mejor forma de encubrir los encuentros lésbicos de la élite de la meca del cine que bajo el pretexto de inocentes reuniones para bordar trapitos?
El Círculo de Costura
El término de “Círculo de costura” aparece por primera vez en los años veinte de la boca de Alla Nazimova, una actriz de origen ruso famosa en los tiempos del cine mudo y cuya bisexualidad era un secreto a gritos. Bautizó así a las las reuniones que organizaba en su casa, llamada el Jardín de Alá, en las que su amante Dorothy Wilde (sobrina de Oscar Wilde), y otras autoras y artistas de renombre se divertían sin tener que reparar en el juicio social ni en hombres pegándoles la brasa.
En la década siguiente el concepto “círculo de costura” se empezó a utilizar para referirse al grupo de mujeres que rodeaban a Marlene Dietrich, y poco a poco se convirtió prácticamente en una forma de referirse a todas las lesbianas y bisexuales del séptimo arte.
La discreción en el Círculo de Costura era obligada, por lo que casi siempre optaban por reunirse en lugares privados, aunque de cuando en vez las costureras se dejaban caer en locales como el Big House de Hollywood Boulevard.
Mitos y leyendas
Tan discretas fueron estas fiestas que, de lo que pasó de puertas para adentro solo tenemos rumores que difícilmente podrían ser confirmados (o desmentidos). La casa de la actriz mexicana Dolores del Río fue una de las sedes habituales de los círculos. Era tal la cantidad de chicas que del Río se ligaba en sus fiestas que la comparaban con Rodolfo Valentino.
Se dice que en la parroquia habitual estaban Barbara Stanwick, Tallulah Bankhead y (coge aire), la diosa de todas las diosas, Ava Gardner. Se hablan de intensas peleas entre la Garbo y la Dietrich por intentar seducir a las mismas mujeres, o de una ocasión en la que Joan Crawford se presentó allí cubriendo su cuerpo únicamente con pintura dorada, pintura que un rato después impregnaba por completo a Talulah Bankhead, que según dicen, tenía un fetiche brutal con las señoritas vestidas de sirvientas.
Entre todas ellas pululaba siempre la escritora Mercedes Acosta, que con mucha razón solía afirmar que “Si me lo propongo puedo robarle a cualquier hombre cualquier mujer que desee”. Por su cama pasaron Marlene Dietrich, Isadora Duncan, Alla Nazimova, Eva La Gallienne, Pola Negri, Ona Munson, Janet Flanner y, su gran amor, Greta Garbo.
La prensa estadounidense debía estar al tanto de estas reuniones lésbicas, pero nunca hicieron más que soltar alguna insinuación más bien divertida, como cuando en 1932 Vanity Fair publicó una foto de Garbo y Dietrich con un pie en el que decía “Miembros de un mismo club”.
Bodas lila
Eso sí, tampoco pensemos que aquello era solo diversión y jauja. Para evitar escándalos y, por miedo a arruinar sus carreras, muchos actores y actrices del Hollywood de la época optaron por organizar lo que se conocían como “bodas lila”.
Cuando los rumores sobre la homosexualidad de alguien empezaban a hacer demasiado ruido, los estudios atajaban el problema montándole un matrimonio que sirviera de tapadera. En ocasiones, ambos eran homosexuales, aunque no siempre, pero el objetivo era siempre el mismo, callar bocas que cada uno pudiera seguir su vida con discreción.
Ahora, más de medio siglo más tarde ¿cuántos actores y actrices seguirán con la llave del armario echada por miedo a tirar sus carreras por la borda? Fuente: Playgroundmag