Por Simonín. Caminar por Barrio Norte es reencontrarse con toda aquella magia del glamour nocturno de los años ´90. El pequeño tour que desembarca en Av. Santa Fe y Av. Pueyrredón, nos lleva hasta el enigmático sitio «Quiero Lola», ubicado en Av. Pueyrredón y Charcas. Luego, girando un poco más adentro, llegamos hasta «Bunker», el boliche que se hallaba en Anchorena y Paraguay, ese donde todos iban, más allá de su condición sexual, porque era toda una osadía entrar al local más atrevido de la zona y. encima, para recibir la etiqueta de chick. o snob
Tengo historia de vida, no me lo han contado, porque soy una mujer que pertenece a la edad bisagra de la que vivió la época más hermosa de los años gay de los ´90, luego con la apertura del matrimonio igualitario.
Sin ponerme melancólica, recordaré las bellas noches transitando la Av. Santa Fé, cuando mis amigos varones me decían: «Simonín, vamos a ´yirar´ esta noche. Tengo entradas gratis para ir Bunker o a Experiment«. Allí, nos poníamos contentos porque siempre una tenía un amigo tarjetero que te tiraba algún cartoncito gratis para pasar la noche, y si venía con consumición incluida, mucho mejor todavía, porque la velada ya estaba resuelta.
Luego, bajábamos hasta «Invitro», ubicado en Azcuénaga y Charcas, para así seguir yirando y levantando a alguien que te gustara.
«Simonín, a este me lo volteo», me decía Alex. «Un poco de paciencia, Simonín. Mirá cruzó la calle y me mira. Tiene onda conmigo. Yo me lo levanto. Andá sola hasta «El Trébol» que te alcanzo más tarde.
A las 23:00 yo estaba sola en el el bar de Av. Santa Fe y Uriburu. Me quedaba en una mesita que esta dentro pero que, con el vidrio levantado, miraba todo como si estuviera afuera: «Hola, Simonín, ¿Qué hacés sola en el bar?. Semejante mina solitaria. ¿Te puedo hacer compañía?», entonces «Chaco», una chica gay bastante fea pero muy pero muy buena, se me sentaba al lado e intentaba levantarme. Yo, mientras tanto, esperaba a Alex que seguía yirando detrás de un tipo anónimo.
En la locura de la noche, en el bar «El trebol», el más top del yiro porteño, las mesitas ya estaban todas ocupadas por amigos, conocidos e inconcluso enemigos gays.
«Simonín, aquí no hay nadie paqui, somos todos del mismo palo. Este bar careta es de lo mejor porque, aunque los mozos nos discriminen, nosotros siempre les damos publicidad. El 90 % de la clientela es gay, les guste o no. Yo tengo entradas para ir a «Enigma». ¿Vamos?.» Claro, era cierto, Chaco tenía razón, porque en el bar «El Trebol» siempre hubo discriminación. Se jactaron que «homos» les llenábamos el local todas las noches pero ganaban con nuestros ingresos.
Nos levantamos de la mesa y salimos del café. Justo nos encontramos con Alex, quien venía con su nuevo novio de la mano: «Simonín, él es Gustavo. Es psicólogo, y también actor» Obvio, pensé, la mayoría de la gente de ambiente eran psicólogos y artistas. Párrafo aparte, del cual algún día hablaré, porque tengo mucho para decir…
Bajamos por la misma avenida los cuatro: Chaco, Alex , Gustavo y yo, dejando atrás ese bar que hoy luce rozagante como el más hetero de Buenos Aires pero que supo ser de lo más gay en los años ´90, aunque intenten disimularlo.
♥ Soy Simonín. Escribo en la «Revista La Piaf» y el medio digital «BarrioNorte.com.ar» Tengo historia de vida, no me lo han contado, porque soy una mujer que pertenece a la edad bisagra de la que vivió la época más hermosa de los años gay de los ´90, luego con la apertura del matrimonio igualitario. Párrafo aparte, del cual algún día hablaré, porque tengo mucho para contar…