Por Sandra Pianigiani. La facultad de medicina de Edimburgo, de las más prestigiosas del mundo necesitaba material de estudio. Como los condenados a muerte no eran suficientes, ofrecían 40000 libras esterlinas a quien le llevara cuerpos frescos, sin hacer preguntas. Eran muchos los que daban vueltas por el cementerio para profanar tumbas y llevarse los cuerpos para ganarse los 40 mil, entonces se armaban grupos de vecinos para cuidar las tumbas de los fallecidos recientemente, todas las noches hasta que los cuerpos se descompusieran y no fueran aptos para la venta.
Cabe destacar que, uno de los vecinos tenía un perrito que lo acompañaba a cuidar las tumbas. Cuando este señor murió el perrito se quedó cuidando la suya. Entonces se convirtió en leyenda. Lo raro fue que esto fue usado como atracción turística y las imágenes del perro fueron cambiando de raza con los años. Hoy está en una calle frente al cementerio y la gente se enternece con la historia y le toca la nariz a la estatua del perro. Por eso la municipalidad la mando a reconstruir varias veces. Así, se convirtió en el monumento más fotografiado de Edimburgo. El dueño del restaurante de enfrente pagó una cuantiosa suma para que dieran vuelta la cabeza del perro, para que atrás del perro, aparecería la imagen de su restaurante.
Por eso, hoy sigue estando la estatua del perro con la nariz dorada y los que pasan se siguen sacando fotos y conmoviendo con la historia del perro fiel. En Edimburgo dicen: “que la verdad no arruine una buena historia “.