Karina Arcuschin, perito psicóloga del Poder Judicial, diferencia a su vez otras categorías, como los violadores impulsivos y los violadores seriales.
Al referirse a los primeros afirma que en su caso, «la violación es el resultado de aprovechar la oportunidad que se les presenta en el transcurso de otros hechos delictivos».
En estos sujetos, la especialista distingue una característica, también presente en otros tipos de violadores: «Un grado de inmadurez sexual y de baja autoestima tales que necesitan que su víctima muestre poca peligrosidad e indefensión para evitar así mantener una sexualidad con pares, consentida, en la que los juicios valorativos puedan resultar descalificantes», describe.
En el violador serial, en tanto, dice Arcuschin, la única condición de placer sexual está ligada al sometimiento de la víctima.
«Son sujetos que presentan escasa conexión con experiencias propias de frustración o dolor y fallas constitutivas muy severas en su psiquismo» apunta.
Por su parte, Cáceres hace hincapié en otro rasgo distintivo de este último tipo de violador: la costumbre de perpetrar las violaciones de manera ritual, repitiendo zonas, horarios y signos.
Un machismo malentendido y exacerbado
«En el caso de los violadores se presenta una exacerbación de ciertos estereotipos sociales ligados a la masculinidad mal entendida. En la mente del violador es el macho superior el que domina a la hembra inferior. Y esto está ligado a una exageración de ciertas construcciones de género presentes en la sociedad», dice Olga Cáceres aportando un nuevo elemento a la descripción del perfil de un violador: un machismo extremo.
Es un elemento presente también en otras formas de violencia sexual contra la mujer, según apunta Karina Arcuschin, quien lo detecta en los casos de maltrato y violencia sexual dentro de la pareja.
«En estos casos lo que aparece en exceso es una ideología machista. Se trata de abusos ligados a la degradación; la intolerancia a las ideas diferentes a la propia reproducen en extremo las diferencias de las jerarquías entre los géneros», dice Arcuschin.
La especialista afirma que en la agresión del violador hay un intento de expresar la superioridad de la masculinidad. Pero al mismo tiempo, la propia vivencia de la masculinidad que hace el agresor es sumamente pobre.
5 MAY 1985
Los violadores no presentan diferencias sustanciales de personalidad. respecto de otros grupos de delincuentes, según un estudio que fue presentado hace escasos días en el Segundo Simposio Español de Sexología. La investigación fue llevada a cabo en distintas cárceles del país y los test fueron contestados indistintamente por recluidos por delitos comunes y por presos condenados por delitos sexuales. Aunque las diferencias entre estos dos grupos no resultan significativas, sí se aprecia entre los violadores una mayor impulsividad y un grado de sadismo más elevado. Sin embargo, los psiquiatras que han realizado el estudio advierten que los violadores son todavía una caja negra.
-«A. Mi me han caído 10 años, pero tengo un recurso en el Tribunal Supremo».-«¿Y por qué razón le condenaron?»
-«Mire esto es un asunto mío».
Conversaciones como ésta son habituales cuando se le pregunta a un preso condenado por un delito de violación. Los violadores, dentro del particular código interno de las cárceles, son considerados por los propios reclusos como la escoria de las prisiones. En la mayoría de establecimientos penitenciarios están junto con mafiosos, confidentes y determinados homicidas, en galerías de protección, sin contacto con el resto de encarcelados.
A pesar de los inconvenientes que ofrecen los estudios científicos sobre la personalidad de los violadores, los médicos psiquiatras Manuel Riobó y Leopoldo Ortega Monasterio y la psicóloga Belén Brigos han realizado un trabajo preliminar que fue presentado recientemente en el Segundo Simposio Español de Sexología, que se ha celebrado en Barcelona.
Una de las primeras conclusiones del estudio es que los violadores no padecen habitualmente ninguna enfermedad mental y, por consiguiente, no están exentos de responsabilidad penal. «Por lo general», explicó a este periódico el profesor Ortega-Monasterio, «el violador no es un enajenado según lo contempla el artículo 8 del Código Penal. Es decir, en la mayoría de casos, su personalidad tiene la suficiente capacidad para conocer los hechos que realiza y sus repercusiones, y posee suficiente capacidad para controlar su voluntad, de manera que no está afectada su imputabilidad». Por imputabilidad se entienden los requisitos de madurez psicobiológica que hacen que un individuo puede ser responsable de sus actos.
Según expuso el doctor Manuel Riobó en la ponencia presentada al simposio barcelonés, sí se ad vierte en los violadores rasgos psicopáticos como la búsqueda de nuevas sensaciones para descargar su emotividad, la falta ole temor al castigo y una gran impulsividad.
22 violadores estudiados
En total se ha comparado la personalidad de 22 violadores con la de otros 66 delincuentes comunes y con la de un grupo-control de estudiantes de la Universidad de Barcelona. En el grupo de violadores se ha diferenciado los que única mente están acusados de un delito sexual y los que junto a la violación están procesados por otras causas. A cada uno de estos colectivos se les ha pasado pruebas de susceptibilidad al castigo (los test de Gray y el de Torrubia y Tobeña), así como otras que determinan el grado de interés por la búsqueda de sensaciones (test de Zuckermann). La prueba de Torrubia y Tobefia, profesores de la Univer sidad Autónoma de Barcelona, ha despertado especial interés, por tratarse de un test nuevo que, una vez validado, será un instrumento muy útil para medir determinadas conductas antisociales.
«Estamos viendo en este estudio preliminar», manifestó el profesor Ortega-Monasterio, «que por lo general los violadores tienen una estructura psicopática de personalidad igual que la mayoría de delincuentes. Por psicópatas no debe entenderse locos, sino personas con comportamientos narcisistas muy primarios o arcaico, que no han elaborado adecuadamente la instancia ética de la personalidad. Individuos con personalidad muy inmadura, que buscan placeres inmediatos sin prever las consecuencias y con escaso o nulo sentimiento de culpa».
El violador no es generalmente un psicótico o un loco, pues no presenta ni trastornos de contenido de pensamiento ni la agitacion propia del psicótico, que dificultaría casi siempre los adecuados movimientos coordinados para realizar la acción delictiva, a tenor de los casos estudiados.
Sin embargo, puntualmente los peritajes psiquiátricos han descubierto casos de violadores con serios trastornos mentales o con importantes deficiencias mentales.
Éste es el caso de Antonio Martínez Isach, de 25 años, que se declaró autor de la violación y muerte de una joven de 15 años en Mollerusa. El informe emitido por Ramón Pigem, ex director del hospital psiquiátrico de Lérida, era claro en este sentido: «Se trata de un oligofrénico, con un coeficiente intelectual de 50». Martínez Isach agredió a una joven de 15 años cuando regresaba a su casa con su hermana mayor y una amiga. Casi ante la puerta de su domicilio se abalanzó sobre ella y la empujó contra la pared lo que le produjo una fuerte hemorragia y la dejó inconsciente; posteriormente la arrastró hasta el canal que atraviesa la población, donde, tras apalizarla, intentó violarla. Cuando la Guardia Civil encontró a la joven estaba desnuda, con mordeduras en el pecho, el vientre y el cuello. Esta última seccionaba a la yugular.
Mayor sadismo
Independientemente de algunas excepciones muy evidentes, por lo general el violador tiene un grado de psicopatía muy parecida a la del resto de delincuentes. Hace menos de un año la policía detuvo en Barcelona a Pablo Alex, un hombre de 48 años acusado de violar a sus hijas, de 22 y 14 años, y a su hijo de 12, amenazándoles con navajas, un látigos e incluso una pistola de fogueo. Los hechos fueron denunciados por la esposa del agresor. Aunque la policía lo calificó de maníaco sexual, tras los interrogatorios a que fue sometido, el informe forense pedido por el juez expresó muy claramente que «no padece trastornos psíquicos», aunque advertía que se trataba de un alcohólico.
Como advierte el psiquiatra Leopoldo Ortega-Monasterio, «el violador sigue siendo una caja negra, no tiene una tipología estándar; lo que si resulta muy relevante es su gran impulsividad y su alto grado de sadismo, en otros casos se trata de personas con una sexualidad muy conflictiva y con tendencias masoquistas que les hacen buscar el castigo a través de la acción delictiva. Puntualmente existen algunas situaciones o escenarios concretos que favorecen la liberación de la agresividad sexual, como son los estados de embriaguez y algunas situaciones pseudofestivas que favorecen las reacciones gamberriles inadaptadas»
Aportación: Andrea Castañeda PLSPYCF de la UMSNH