Una historia horrorosa, de esas que dan ganas de llorar y hacen perder por completo la fe en la humanidad. Llena de crueldad, como todas las que implican violencia, pero con la agravante de que la víctima es una niña de diez años que sufrió todo tipo de torturas por parte de su padre y su madrastra, mientras su tío hacía la vista gorda, hasta morir.
El juez ha declarado culpables de asesinato a Urfan Sharif, de 43 años, un taxista de origen paquistaní, su esposa Beinash Batool, de 30 años, y su hermano Faisal Malik, de 29, que vivían juntos en la casa de Woking (Surrey) en la que la pequeña Sara (de madre polaca) fue hallada muerta. La autopsia reveló más de un centenar de heridas internas y externas, quemaduras y laceraciones acumuladas durante un largo periodo, sin poder determinar cuál de ellas fue la gota que colmó el vaso y la causó eventualmente la muerte.
La pequeña ha sido enterrada en Polonia, donde vive su madre, que no se explica cómo un juez pudo dar la custodia de Sara a “semejante monstruo”. El Estado que tenía que haberla protegido, y que en otras tantas cosas peca de intervencionismo, falló espectacularmente. Un caso horrible.
*Fe de erratas: en la foto número 9 debería decir que el padre de Sara Shariff, Urfan, ha sido condenado a 40 años de prisión como “autor material del asesinato”. © La vanguardia.