Hay una posibilidad de que en el año 2023, dentro de menos de cinco años, un tipo apodado como La Bestia salga de la cárcel a la edad de sesenta y seis años. Quedaría libre porque se cumplirían las tres quintas partes de su pena máxima (de 40 años). Su nombre: Luis Garavito, el mayor asesino en serie de la historia.
En muchos de los casos de asesinos en serie más temibles de la historia se repite un patrón: se aprovechan de las personas más vulnerables, la mayoría de ellas al margen de la sociedad, por lo que probablemente no sean denunciadas como desaparecidas. En el caso de Garavito, podría ser el ejemplo más extremo de la historia de este tipo de lacra.
En 1992, Colombia estaba en medio de una guerra civil que duraba décadas, parte de los conflictos colombianos que habían comenzado a finales de la década de 1960. Debido a ello, miles de ciudadanos se quedaron sin hogar, quedando a merced de la vida en las calles. Una situación aún más trágica si pensamos que gran parte de los afectados fueron niños.
Además, muchos de los críos eran huérfanos cuyos padres habían muerto o desaparecido hacía mucho tiempo. Por tanto, eran un blanco perfecto para el uso y extorsión, nadie se daría cuenta si comenzaban a desaparecer o los esclavizaban.
El asesino también llegó a disfrazarse si era necesario. Así lo confirmó años después explicando que se vistió de sacerdote, granjero, anciano o vendedor ambulante, siempre buscando a alguien joven para que lo ayudara en su casa o en su negocio. Variaba constantemente y mostraba diversas caras de una misma persona, un hecho que dificultó durante años su detención, ya que trataba de no aparecer como la misma persona con demasiada frecuencia para evitar sospechas.
Una vez que había atraído al pequeño, su modus operandi era muy parecido: lo llevaría consigo durante un tiempo, el suficiente para ganarse su confianza, un hecho que alentaba al chico a compartir con Garavito sobre su vida. En realidad, caminaba con ellos lo suficiente como para cansarlos, volviéndolos vulnerables e incautos. Cuando veía el momento, ataca sobre ellos, los encerraba, les ataba las muñecas y los torturaba hasta morir.
Cuentan los informes policiales que los cuerpos de las víctimas que fueron recuperados mostraban signos de tortura tan prolongados que resultaba difícil adivinar cuanto habían aguantado el sufrimiento con vida. Las víctimas mostraban marcas y violaciones difíciles de creer. Incluso en muchos de los casos, los genitales de la víctima se habían cortado y colocados en su boca. Varios de los cuerpos fueron decapitados.
No fue hasta cinco años después de que Garavito asesinara a su primera víctima, que la policía comenzó a prestar atención a los niños desaparecidos. A finales de 1997 se descubrió el horror: una fosa común de la barbarie, lo que provocó que la policía iniciara una investigación sobre las desapariciones.
En febrero de 1998 se encontraron los cuerpos de dos niños desnudos en una ladera, ambos tumbados uno al lado del otro. A unos metros de distancia se encontró otro cadáver. Los tres tenían las manos atadas y las gargantas cortadas. El arma homicida se encontró cerca.
Aquel día dieron por fin con una pista. Mientras buscaban en el área alrededor de los tres niños, la policía encontró una nota con una dirección escrita a mano. Resultó ser la casa de la novia de Garavito, con quien había estado saliendo durante años. Aunque él no estaba en ese momento, la policía sí encontró algunas de sus pertenencias.
De hecho, en una de las bolsas de Garavito la policía descubrió imágenes de niños pequeños, entradas detalladas en el diario en las que describía cada uno de sus crímenes y marcas de sus víctimas. Su búsqueda continuó días, se buscaron sus residencias conocidas, así como en las áreas locales donde solía salir a buscar víctimas. Lamentablemente, ninguno de los esfuerzos de búsqueda arrojó información sobre su paradero.
Sin embargo, el 22 de abril todo cambió, una semana después de que comenzó la búsqueda. Esa mañana un hombre había tratado de raptar a un menor. Un indigente que estaba cerca de la escena escuchó los gritos de auxilio del menor y se acercó. Al ver lo que estaba ocurriendo, atacó al tipo con piedras obligándolo a huir. Unas horas después la policía detenía al criminal. Era Luis Garavito.
Tan pronto como fue interrogado por la policía colombiana, Garavito confesó todo. Primero pidió un mapa de la zona, luego señaló con el dedo varios puntos y dijo con frialdad: “Aquí enterré todos los cadáveres”. El asesino confesó haber abusado de 147 niños y enterrado sus cuerpos en tumbas sin nombre. Como explicó en una de las entrevistas que concedió a medios relatando los hechos:
Generalmente voy al hotel a las nueve de la noche; empiezo a sentir esa fuerza extraña que me domina, saco el cuchillo, consigo unas cabuyas, llevo licor y me dispongo a andar por las diferentes calles aledañas a la galería. Había un niño llamado Julián Pinto cerca, él estudiaba en el SENA donde había ido a vender ambientadores el año pasado. Estaba vendiendo tintos, le hablo, lo convenzo para que me acompañe. Deja su termo y se va conmigo.
Lo introduzco al cañaduzal, lo amarro, lo acaricio y después lo violo. Julián Pinto grita, lo acaricio, él sigue gritando y posteriormente lo mato. Me acuerdo tanto de este niño por una situación: en ese sitio hay una cruz, regreso para el pueblo y de un momento a otro siento una voz que me dice: “eres un miserable, no vales nada”. Regresé y mire lo que había hecho. En ese momento me arrodillé, me arrepentí, y enterré el cuchillo. También practiqué ritos satánicos con los menores que asesiné, lo hice a mi manera, pero no quiero explicar como lo hice; yo hice pacto con el diablo.
La mayoría de sus historias fueron corroboradas y finalmente fue condenado por 138 cargos de asesinato, aunque los demás continúan siendo investigados. La sentencia fue de 1.853 años y nueve días.
La ley colombiana establece que las personas que han cometido delitos contra niños deben cumplir al menos 60 años de prisión. Sin embargo, y debido a que ayudó a la policía a encontrar los cuerpos de muchas de las víctimas, le redujeron la condena y está programado que quede libre en unos años.
No está claro que esto vaya a ocurrir finalmente, ni tampoco el número de víctimas totales. De 1992 a 1999, la Bestia violó, torturó y asesinó a cientos de niños, todos entre las edades de seis y 16 años. Su número oficial descansa en esos 138, el número que confesó ante el tribunal y que pareció probado, pero la policía sigue pensando que el número está más cerca de 400, y hasta el día de hoy continúan investigando para tratar de probarlo. Fuente: [Wikipedia, Rolling Stone, The Guardian, New York Times]