(ANSA) – MADRID, 24 FEB – Las «mujeres de consuelo», esclavas sexuales coreanas sometidas por el ejército japonés en la segunda Guerra Mundial, llegan, a través del relato de una superviviente, al comic, «Hierba», de Keum Suk, que se publica en español.
La autora coreana desconoce el número exacto de las víctimas, pero sí sabe que cuando comenzó la obra, en 2014, «había 60 y ahora ya solo quedan vivas menos de 10», dijo hoy en rueda de prensa virtual.
Estas mujeres se encuentran actualmente en la llamada «Casa de Compartir», un lugar creado para estas víctimas de esclavitud sexual.
Allí conoció a Lee Ok-Sun, una «mujer de consuelo», de quien narra su vida en «Hierba» (Reservoir Books).
«Me contó su historia. Ella era joven bajo el dominio japonés de Corea y pertenecía a una familia muy pobre y patriarcal. Quiso ir al colegio, pero no lo consiguió, y entonces la llevaron a la Casa de Consuelo», relató.
«La señora no solo me contó las cosas dolorosas, sino que es una mujer optimista y con sentido del humor, así que después de las entrevistas con ella llegaba a casa con una energía muy optimista».
Su vida «fue tan dura que se volvieron más optimistas y tienen una mirada distinta del pasado. Esta señora era muy creyente, rezaba y leía la Biblia. La religión le ayudó a llevar su vida».
Ok-Sun le contó que «ella no recibía a los soldados japoneses, sino que los soldados le buscaron. No tuvo ninguna manera de escapar de esa tragedia. Como mujer ni puedo imaginar sus experiencias durante tres años tan abominables».
Una víctima de Taiwán le contó que «es como tener cada día una piedra en su corazón» por aquellos sucesos, y el primer testimonio de una de las víctimas, en 1991, sintió que después de su declaración «la piedra se le había quitado».
La autora apunta como uno de los problemas el hecho de que en aquella época «la virginidad era uno de los valores importantes: una mujer que había perdido la virginidad pensaba que había perdido su vida».
Otro es «el sistema patriarcal: en Corea se pensaba que las mujeres antes de casarse se tenían que encargar de padres y hermanos menores, y que después del matrimonio tiene que cuidar a suegros y marido».
Para representar la violencia en imágenes no lo hizo de forma explícita porque «para las víctimas sería una segunda agresión al verlas», sino que utilizó como metáfora la Naturaleza y el paso de las estaciones.
La autora dice que quería hablar del tema «a mi manera, no como una cuestión sobre los problemas de las relaciones entre Corea y Japón, sino como un problema universal de las mujeres alrededor del mundo».
Hasta la fecha, subraya, «el gobierno japonés no ha ofrecido una disculpa sincera para las víctimas de esclavitud sexual».
En 2015 hubo un pacto entre Japón y Corea y hubo indemnización económica, «pero las víctimas dicen que con ese dinero no pueden comprar su juventud. El dolor, las heridas, ya están grabadas en su cuerpo y su mente». (ANSA).