Vestida de blanco o negro, cargando una guadaña, una balanza, un pequeño mundo y un reloj de arena, la Santa Muerte es para muchos un símbolo de justicia y del inexorable paso del tiempo. Conocida también como Santísima Muerte, Niña Blanca, Huesuda o simplemente Muerte, esta imagen personifica a la muerte misma y es objeto de devoción para cerca de 12 millones de personas en México, Estados Unidos, América Latina y otras partes del mundo.
Sin embargo, su veneración ha sido condenada por las instituciones cristianas que la califican como pecado de idolatría, ya que consideran que la muerte representa una fase del alma y no un individuo o entidad. Según la tradición canónica, el título de santidad está reservado a aquellos que alcanzaron la comunión con Dios mediante sus acciones, por lo que adorar a La Santa es visto con rechazo por el clérigo.
El culto que más crece en el mundo
En la actualidad, según el experto en religiosidad latinoamericana y catedrático de la Universidad de la Mancomunidad de Virginia Andrew Chesnut, el culto a la Santa Muerte es el movimiento religioso de mayor crecimiento en el mundo. De acuerdo con la doctora Guadalupe Vargas Montero, del Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales de la Universidad Veracruzana, el 99% de sus creyentes se identifican como católicos.

Para ellos, esta figura esquelética que puede parecer sombría es en realidad una poderosa deidad, benevolente y protectora, que brinda guía y ayuda en momentos de necesidad. A pesar de su naturaleza sincrética y las prácticas esotéricas que la han colocado como una imagen que intercede en favor de quienes viven situaciones de riesgo, el culto no se puede considerar exclusivo de policías, políticos, delincuentes y narcotraficantes, sino que se ha convertido en una parte integral en la vida de muchas familias alrededor del mundo.
La Santa Muerte no solo mantiene a salvo a sus seguidores en momentos de peligro o amenaza, también es una consejera en asuntos amorosos y relaciones personales, e incluso se le invoca para separar a parejas que se han convertido en obstáculos para un individuo. Además, es vista como una fuente de buena suerte y prosperidad económica, aunque de igual forma se acude a ella para hacer daño a quienes se consideran enemigos u obtener venganza contra quienes han causado daño. Se dice que, por cada favor solicitado, la muerte toma algo a cambio, incluyendo vidas.
500 años de celebrar la muerte
La Niña Blanca tiene sus raíces en el sincretismo de creencias indígenas y dogmas católicos durante la evangelización de Mesoamérica. En tiempos prehispánicos, culturas como la mexica veneraban y ofrendaban a Mictlantecuhtli y Mictecacíhuatl, dios y diosa de la muerte y el inframundo; con la llegada del catolicismo, la fusión con las tradiciones coloniales ayudó a gestar celebraciones como el Día de Muertos. Por ello, ciertos ritos a menudo presentan elementos esotéricos, de magia, superstición y brujería, que no se ajustan a la doctrina cristiana.
La devoción contemporánea a La Santísima comenzó a tomar forma en la década de 1960 en Catemaco, Veracruz, un poblado conocido como la “tierra de los brujos”. Luego, aunado a factores como la marginación social, la pobreza y el crimen, se extendió al resto de la república y hasta Estados Unidos, tomando especial relevancia en sitios como Tijuana, Hidalgo y Tultitlán, donde una estatua de La Huesuda, de 22 metros de altura (las más grande del mundo), recibe a cerca de 2,000 personas a la semana desde hace más de 15 años.
Sin embargo, fue en el barrio de Tepito, en la Ciudad de México, donde se inició la devoción abierta que impera en la actualidad. Ahí, durante los años ochenta, la señora Enriqueta Vargas hizo pública su fe al sacar a la calle sus altares con velas, imágenes, flores y otros objetos simbólicos dedicados a La Flaca, develando un fervor profundamente arraigado en la cultura mexicana que hasta entonces se mantenía en la secrecía del hogar.
Los medios de comunicación dieron gran difusión a la hoy difunta “madrina de La Santa Muerte”, aumentando el número de seguidores del movimiento religioso e incluso llevándolo a obtener personalidad jurídica mediante un breve registro ante la Secretaría de Gobernación, en 2003, bajo el nombre de Iglesia Católica Tradicionalista mexicana-estadounidense. Sin embargo, el registro se canceló en 2005 ya que no cumplía con los fines establecidos en la ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público.
En última instancia y a pesar de los estigmas, la devoción a La Santa Muerte refleja la diversidad de creencias religiosas que existen en México y el mundo. Para sus seguidores, esta devoción brinda una perspectiva espiritual única sobre la muerte, aceptándola como una fuerza natural, capaz de proteger, dar justicia y solucionar los desafíos de la vida. © Muy interesante.