El argentino Ricardo Caputo decidió viajar a principio de los años ’70 a los Estados Unidos con la esperanza de alcanzar el éxito. Y efectivamente se consagró y hasta se hizo famoso, pero de la peor manera: se convirtió en el asesino serial más buscado por el FBI.
Lo conocían como «The Lady Killer» y su vida reunió todos los condimentos que podría tener el thriller más oscuro y retorcido.
Caputo se diferenció del resto de los criminales por su perverso modus operandi. Primero usaba sus encantos para seducir a sus víctimas y mantenía una relación con la promesa del amor eterno, hasta que finalmente las asesinaba a golpes, a puñaladas o las estrangulaba.
Estuvo casi 20 años prófugo y cuando se entregó a la Justicia estadounidense, en marzo de 1994, reconoció los crímenes de Nathalie Brown (19) y de Judith Becker (26), en Nueva York; de Barbara Ann Taylor (28), en San Francisco; y de Laura Gómez (23), en la ciudad de México.
«The Lady Killer» justificó su perversidad alegando que su infancia había sido un calvario.
«Lo abandonaron cuando era chico. Lo violaron, lo golpearon, lo ignoraron», declaró su hermano menor, Alberto, quien también alcanzó la fama en Estados Unidos, pero por sus trabajos como fotógrafo, entre los que se destaca «Sex», el libro de culto para el que posó Madonna en 1992.