Por JOREM. La rebelión que terminó con 20 millones de víctimas. En 1837, tras fracasar en los exámenes imperiales para poder alcanzar un mejor estatus social, Hong Xiuquan entró en una profunda crisis nerviosa, al punto que estuvo delirando durante varios días y pensando en acabar con su propia existencia. En ese dramático punto, Hong manifestó tener visiones de un hombre con una larga barba dorada, acompañado de otro sujeto.
Luego de leer unos panfletos cristianos, llegó a la conclusión de que el hombre de barba dorada que le había hablado era Dios y su acompañante era Jesús. Pero la interpretación de Hong fue incluso más allá, llegando a considerar que había tenido esa visión porque él era otro hijo de Dios y, por ende, hermano menor de Jesús. A quien se le había dado la misión de eliminar a la dinastía Qing. Tras convertirse en cristiano, Hong encontró un gran número de adeptos entre las masas campesinas.
Finalmente, en 1847, Hong y sus lugartenientes establecieron una secta cristiana conocida como “Los adoradores de Dios”. El creciente culto de Hong se transformó en una auténtica insurrección. Y en 1850, ya con más de 30 mil adeptos, la sublevación estalló, estableciéndose así, una guerra civil que duró más de una década y que se cobró la vida de más de 20 millones de personas, principalmente civiles.
A pesar de promover cambios sociales positivos, Hong era sumamente fanático y estricto con sus postulados, llegando a ejecutar a quienes lo desobedecían. Todo lo que no encajaba con sus creencias lo reprimía de forma violenta. Tras varias batallas, logró hacerse con el control de la ciudad de Nankín, y la convirtió en la capital de su nuevo reino conocido como Taiping, lo que se puede traducir como “reino celestial de gran paz”.
En 1864, cuando las fuerzas Qing finalmente rodearon Nankín, Hong Xiuquan cayó enfermo. Aparentemente fue envenenado, mientras que otros consideran que se quitó la vida. Lo cierto es que, tras su muerte, el 1 de junio de 1864 la rebelión Taiping finalizó.