Embarazaba a sus Propias Hijas y Torturaba a sus Seguidores. Para entrar a la secta que se disfrazaba de centro de yoga, el líder Eduardo Nicosia los obligaba a despojarse de sus vidas pasadas y de lo mundano, lo que incluía traspasar voluntariamente todo su dinero, pertenencias, y propiedades a la secta. De esta forma podrían mudarse con el resto de miembros y seguir las enseñanzas del pseudo maestro. Nicosia estaba casado con una mujer llamada Silvia Capossiello, y con su ayuda el culto se iría consolidando bajo un enfermo régimen de abusos y opresión.
Nicosia sostenía intimidad con todas las mujeres de la secta, llegando a tener aproximadamente 15 hijos con 7 de ellas. Se aprovechaba de los menores de edad del culto, e incluso llegó a engendrar infantes con 2 de sus propias hijas. Quienes se resistían al control de Nicosia y mostraban signos de rebeldía, recibían brutales torturas que iban desde: golpes, aislamientos, azotes, quemaduras, inmersiones a inodoros, ataques con pinzas electrificadas y más. También, los obligaba a alimentarse con betún de zapatos y a dormir en un establo para caballos.
El líder almacenaba armas y se paseaba completamente desnudo por el lugar, además obligaba a sus propios hijos (hombres o mujeres) a sostener intimidad entre ellos o con miembros adultos del culto, mientras los grababa para su enfermo consumo personal.
A finales de los 70, la secta se trasladó a Venezuela, donde estuvieron involucrados en un crimen. Posteriormente regresan a Argentina y se asientan en el Hotel City de Mar del Plata, hasta que en el 2018 fueron descubiertos y desmantelados por las autoridades, tras más de 50 años de pasar desapercibidos. Eduardo Nicosia fallecería antes de iniciar su juicio, con 74 años de edad.