No fue hasta el 1973 que la Asociación Americana de Psiquiatría (APA) decidió eliminar la homosexualidad del “Manual de Diagnóstico de los Trastornos Mentales” y condenó cualquier ley discriminatoria contra las personas por su orientación sexual.
Décadas antes, sin embargo, Sigmund Freud ya había dejado atrás esa visión prejuiciada adoptando un enfoque revolucionario para su época, una época en la que la homosexualidad era uno de los peores problemas que podía tener una persona y en la que la postura más progresista se limitaba a buscar una “cura”.
La contundente respuesta de Freud a una madre turbada por la homosexualidad de su hijo
En 1935 Sigmund Freud escribió una misiva a una madre que buscaba tratamiento para la aparente homosexualidad de su hijo. En la carta, publicada en la International Journal of Psycho-Analysis, Freud comienza preguntándose la razón por la cual la señora evita mencionar la palabra “homosexualidad”, aunque es evidente que es el tema que le preocupa. Al abordar directamente la homosexualidad evitando un lenguaje eufemístico, Freud no deja cabida a la ocultación enfermiza de la realidad, un fenómeno que a menudo termina estigmatizando y segregando lo que se pretende ignorar.
Más adelante en la misiva, Freud no solo despatologiza la homosexualidad, sino que intenta eliminar cualquier vestigio del estigma moral que la rodea.“La homosexualidad […] no es nada de lo cual avergonzarse, no hay vicio, no hay degradación, no puede ser clasificada como una enfermedad; consideramos que es una variación de la función sexual”.
Luego añade: “Muchos individuos altamente respetables de los tiempos antiguos y modernos han sido homosexuales, varios de los hombres más grandes entre ellos Platón, Miguel Ángel, Leonardo da Vinci, etc. Es una gran injusticia perseguir la homosexualidad como un crimen, y también una crueldad”.
Vale aclarar que, aunque Freud no escribió ninguna obra dedicada por completo a la homosexualidad, abordó este tema en diferentes ocasiones. En uno de sus primeros artículos, “La moral sexual cultural y la neurosis moderna” condenó la intolerancia que sufrían las personas homosexuales: “Una de las más evidentes injusticias sociales es la de que el estándar cultural exija de todas las personas la misma conducta sexual, que, fácil de observar para aquellas cuya constitución se lo permite, impone a otros los más graves sacrificios psíquicos”.
De hecho, Freud tampoco creía que el tratamiento de la homosexualidad – al menos lo que existían en su época – fueran eficaces. Lo dice directamente en la carta que envió a aquella madre preocupada y añade casi al final de la misma: “Lo que el análisis puede hacer por su hijo va en una dirección diferente. Si es infeliz, neurótico, está desgarrado por conflictos o inhibido en su vida social, el análisis puede brindarle armonía, paz mental y plena eficiencia, ya siga siendo homosexual o cambie”.
Cinco años antes, en 1930, Freud había firmado una declaración en la que se rechazaban las leyes Austro-germanas que penalizaban las relaciones homosexuales, afirmando que se trataba de una violación de los derechos humanos.
De hecho, el padre del psicoanálisis se negaba a considerar a las personas homosexuales como un grupo especial porque no creía que fuera lícito colocar etiquetas según la orientación sexual. No solo creía en una sexualidad libre sino que, aunque le confería una gran importancia, estaba convencido de que no podía convertirse en una excusa para discriminar a las personas.
Padres, ¡tomad nota! La homosexualidad no es un problema, la homofobia sí
A casi un siglo de distancia, las palabras de Freud pueden seguir sirviendo de guía a todos aquellos padres a quienes todavía les preocupan las preferencias sexuales de sus hijos. La declaración de homosexualidad de un hijo – por muy esperada o inesperada que sea – puede desencadenar una reacción de angustia y culpabilidad en los padres ya que, aunque la sociedad es cada vez más abierta y tolerante, sigue siendo más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio, como dijera Albert Einstein.
Los padres necesitan saber que la homosexualidad no es una fase, sino una preferencia. Que no se “cura”, porque no es una enfermedad. Que nadie tiene culpa, porque es una opción tan válida como cualquier otra. Que no hace mejor ni peor persona a nadie, porque no es motivo para etiquetar. Y, sobre todo, los padres necesitan saber que el auténtico amor es libre e incondicional. Y eso vale tanto para el amor paterno-filial como para el erótico. Fuente: Yahoo.