Hermine Braunsteiner-Ryan fue una guardia femenina de campo de concentración y la primera criminal de guerra nazi que fue extraditada de los Estados Unidos. Participó en persona en dolorosas y crueles muertes de mujeres y niños. Se ocupaba de la selección de las víctimas a exterminar en la cámara de gas en el campo de concentración de Majdanek, era apodada ‘La Yegua’, porque asesinaba a los prisioneros dándoles patadas con botas reforzadas con hierro. Nació en un hogar estrictamente católico en la capital austríaca. Hija de una familia trabajadora, creció en medio de relativas privaciones y vivió frustrada tras salir del colegio por no poder cumplir su sueño de convertirse en enfermera. Trabajó como criada durante varios años, incluyendo 1937 y 1938, cuando lo hizo en Inglaterra.
En 1938 la unificación austro – alemana la convirtió en una ciudadana de este último país, lo que la llevó a regresar a Viena donde consiguió un trabajo en la fábrica de aviones Heinkel en Berlín. Pronto se dio cuenta que dicho trabajo no era suficiente para poder vivir en la capital alemana y, presionada por su casero comenzó a buscar trabajo como guardiana de campo, lo que le permitiría cuadruplicar su paga. Al contrario que otros casos, no se conocen al detalle las torturas realizadas por Braunsteiner pues la mujer no fue juzgada inmediatamente después de la Guerra: lo que hizo no vendría a saberse hasta varias décadas más tarde.
Braunsteiner trabajó en varios campos de concentración, comenzando por el campo de Ravensbrück (ubicado 90 kilómetros al norte de Berlín) en donde comenzó su entrenamiento el 15 de agosto de 1939 bajo el mando directo de María Mandel. Permaneció allí con un perfil más bien bajo durante el comienzo de la Guerra y no sería hasta octubre de 1942 cuando pidiera un traslado, aparentemente por desavenencias con Mandel. Fue en el campo de Majdanek cuando comenzó a ganar fama por sus malos tratos a los prisioneros. Originalmente solo se encargaba de decidir quiénes serían enviados a las cámaras de gas y a quiénes se les perdonaría la vida, pero con el tiempo – por razones que ni ella misma entendería – comenzó a comportarse de manera más y más agresiva.
En enero de 1944, Hermine Braunsteiner recibió órdenes de regresar a Ravensbrück en cuanto comenzaron las evacuaciones en Majdanek. Fue ascendida a guardia supervisora en Genthin un subcampo de Ravensbrück, a las afueras de Berlín. Según testigos, allí abusó de algunos prisioneros con un látigo especial que llevaba consigo. En 1946 fue encarcelada por los aliados, que la liberaron al año siguiente. En 1948 fue el nuevo estado austriaco el que la condenó por los crímenes cometidos en Ravensbrück. Apenas estuvo un año en la cárcel. En 1949 fue amnistiada por el gobierno y parece que los crímenes cometidos en Polonia no fueron nunca tenidos en cuenta hasta ese momento. Desde su liberación trabajó en el mundo de la hostelería hasta que se casó en 1959 con Russell Ryan, un electricista americano con el que se fue a vivir primero a Halifax (Canadá) y finalmente a Nueva York. La nueva señora Ryan consiguió la nacionalidad norteamericana en 1963.
Fue un investigador judío el que encontró evidencias contra la mujer casi por casualidad mientras se encontraba en un hotel en Tel Aviv. Allí comenzó a seguirle el rastro desde Viena hasta Toronto, y de allí a Queens. Solicitó entonces la ayuda del New York Times, informándole que Braunsteiner seguramente estaba viviendo allí, casada con un hombre llamado Ryan (del que se habría enamorado a mediados de los 50’s y que la habría llevado a los Estados Unidos). Para los reporteros del periódico fue una tarea fácil. De acuerdo con Joseph Lelyveld, el reportero que la encontró, sus palabras cuando abrió la puerta fueron las siguientes: “Dios mío, sabía que esto sucedería. Han venido”.
En el juicio según las evidencias brindadas por los testigos, se enteraron que no solo las mujeres eran victimas de los maltratos, muchos niños sufrieron en carne viva el odio desmedido de esta mujer. Testigos relataron que la mujer solía gritarles, golpearlos y maltratarlos repetidamente. De vez en cuando mataba a uno usando sus pesadas botas de acero. Pero más importante, cuando los camiones que se dirigían a las cámaras de gas estaban por partir, la mujer solía tomar a los niños por sus cabellos y arrojarlos al interior del vehículo. En 1973 el gobierno alemán, acusando a Hermine Ryan-Braunsteiner de tener responsabilidad compartida en la muerte de 200.000 personas, solicitó su extradición de EE.UU. donde la asesina que evitó el castigo vivía con su marido. En 1981 Ryan-Braunsteiner fue condenada a cadena perpetua, pero cuatro años más tarde la mujer fue excarcelada debido a complicaciones relacionadas con la diabetes que le costaron la amputación de una pierna. La mujer murió en 1999. Fuente: Horrores revelados.