Charles (10 de agosto 1933) fue adoptado por Delle y Fred Albright cuando era niño. Su madre adoptiva, maestra de escuela, era muy estricta y sobreprotectora con él; tanto, que aceleró su educación y le hizo ir dos cursos por delante.
No obstante, es sabido que en ocasiones lo vestía de niña y le daba muñecas para que jugara, y que le obligaba a cambiarse de ropa varias veces al día para que estuviera siempre limpio.
Un día, Charles le comentó a su madre que de mayor quería ser taxidermista, así que ella lo ayudó y le enseñó a disecar y rellenar los animales que cazaba. Sin embargo los ojos de vidrio usados por los taxidermistas eran muy caros, y el chico debía utilizar botones como sustitutos.
Cuando tenía 13 años, Charles fue arrestado por asalto con violencia y robo y, a los 15, se graduó en el instituto y se matriculó, con documentos falsificados, en la North Texas State University. Su primera condena llegaría un año después, cuando fue sorprendido con dinero robado y en posesión de dos pistolas y un rifle: 12 meses en prisión.
Tras su liberación, estudió en la universidad de Arkansas State Teacher y se especializó en estudios de pre medicina. Pero fue expulsado (no procesado) antes de graduarse por robar objetos del campus. Sin preocuparse por nada, falsificó sus notas, robó los documentos adecuados, falsificó firmas y se dio a sí mismo un título universitario.
Luego se casó con su novia de la universidad y tuvieron una hija. Desgraciadamente, Charles no lograba mantener un trabajo mucho tiempo. Con todo, siguió «haciendo trampas» obteniendo y presentando falsas credenciales para enseñar en escuelas de secundaria. Pero atrapado en su propio engaño, siempre debía arreglárselas para conseguir la libertad condicional a consecuencia de sus actos ilegales. Finalmente, él y su esposa se divorciaron en 1974.
Poco después de este episodio, Albright fue condenado a dos años de cárcel por robar cientos de dólares en mercancía en una ferretería; pero sólo cumplió seis meses.
En 1981, tras la muerte de su madre, abusó sexualmente de la hija de unos amigos, de nueve años. Fue denunciado de nuevo y procesado. Se declaró culpable y recibió directamente la libertad condicional, aunque más tarde afirmó que era inocente y se había autoinculpado para evitar molestias innecesarias.
En 1985, en Arkansas, Albright empezó una relación con una mujer llamada Dixie, y al cabo de poco tiempo ya se fueron a vivir juntos. Intentó trabajar como peluquero, carpintero, diseñador de bates [de] béisbol, colocador de alfombras, etc. Pero nada le funcionaba lo suficiente; así que la mayoría de las veces era Dixie quien debía pagar todas las facturas y, encima, animarle moralmente. Su esposa no tenía ni idea, ni la más mínima sospecha, de qué hacía su marido en realidad…
El 13 de diciembre de 1990, el cuerpo de Mary Lou Pratt, una prostituta de 35 años, fue encontrado a la intemperie, boca arriba, con sólo una camiseta. Había recibido un disparo en la parte posterior de la cabeza con una bala del calibre 44 y le habían quitado los dos ojos con sumo cuidado, sin apenas dejar marcas en los párpados. Al parecer, se los había llevado el asesino.
El 10 de febrero de 1991, Susan Peterson, otra prostituta, fue hallada casi desnuda, sólo vestida con la camiseta. Le habían disparado tres veces: una en la parte superior de la cabeza, otra en el pecho izquierdo y otra a bocajarro en la parte posterior de la cabeza. Una bala le había atravesado el corazón y otra se había depositado en su cerebro. Encima de su pecho habían colocado un mechón de su cabello y sus ojos también habían sido extirpados quirúrgicamente.
El 18 de marzo de 1991, se encontró el cadáver desnudo de Shirley Williams, una prostituta a tiempo parcial, tumbado en posición decúbito lateral (de lado) cerca de una escuela. Le habían arrancado los ojos con delicadeza y presentaba contusiones faciales y la nariz rota. La causa de la muerte fue el disparo que había recibido en la parte superior de la cabeza y en la cara.
Con los análisis de las escenas y el victimológico, el perfil criminal que se estaba buscando era el de un hombre blanco, de entre 30 y 50 años, lo suficientemente musculoso como para poder trasladar los cadáveres, y con nociones de medicina o ciencias biológicas oculares. Y por suerte, alguien encajaba perfectamente en esta descripción. La policía sólo tuvo que atar algunos cabos con base a los testimonios que había recibido y sobre todo al de una testigo en concreto: una prostituta que logró salvarse después de que Charles Albright le rociara gas lacrimógeno en la cara cuando intentó atacarla.
A las 22.00 horas del 22 de marzo de 1991, miembros del escuadrón táctico de élite de la policía se presentaron en casa de Charles Albright. Rompieron las ventanas y arrojaron granadas de humo al interior; derribaron la puerta y sacaron a Albright y a su esposa de la cama. Habían cogido al asesino.
Charles Frederick Albright vivía a sólo dos manzanas de donde fueron encontrados los cuerpos y jamás se molestó en deshacerse de la ropa y los objetos utilizados en los asesinatos. Además, en su casa se encontraron varias armas de diversos calibres; otra de sus pasiones. Su motivación, una cruzada personal, se basaba en el odio que sentía hacia las mujeres y, especialmente, a aquellas que se dedicaban a la prostitución (profesión que tuvo que ejercer su madre debido a la precariedad económica que sufrieron).
El juicio comenzó el 13 de diciembre de 1991 y Albright fue condenado a cumplir cadena perpetua. Actualmente se encuentra en la Clements Unit of the Texas, Department of Corrections, en Amarillo. Colecciona recortes de globos oculares y tiene su celda decorada con dibujos de ojos hechos por él mismo.
Dentro del gran espectro de asesinos seriales capturados en Estados Unidos, el caso de Charles Albright llama enormemente la atención. Quizás no ha sido el asesino en serie más carismático o prolífico del país del Norte, en comparación con verdaderas celebridades del crimen violento como Ted Bundy, Henry Lee Lucas o Charles Manson; pero dentro del mundo de la criminología, su caso fue objeto de estudio para varios especialistas. ¿El motivo? Los crímenes de Albright fueron realmente inquietantes.
North Oak Cliff, Dallas, Texas. El 13 de diciembre de 1990, unos niños encuentran el maltrecho cadáver semidesnudo de una prostituta llamada Mary Lou Pratt, de entre 33 y 35 años. La mujer había sido ultimada de un disparo en la nuca y no había testigos de los hechos.
En Estados Unidos no es difícil encontrarse con este tipo de crímenes, pues las prostitutas, al trabajar al margen de la ley y aventurarse en barrios peligrosos, corren el riesgo de caer en manos de hombres inescrupulosos que podrían, eventualmente, abusar de ellas, robarles o incluso matarlas si se resisten.
Los policías supusieron que aquello podía corresponder a un problema de dinero con algún cliente y llevaron el cuerpo para realizar la autopsia de rigor. Hasta el momento, se trataba de uno de tantos crímenes.
La doctora Elizabeth Peacock recibió el cadáver de Mary Lou Pratt y se preparó para revisar la condición de los ojos; pero al palpar uno de los párpados, notó que algo no estaba bien. Al abrirlo, descubrió la ausencia de uno de los globos oculares. Sorprendida, siguió inspeccionando el cadáver, y al abrir los párpados del otro costado, sólo se encontró con sangre y músculos; pero ningún ojo.
La policía puso bastante atención a este crimen, pues la delicadeza con la cual se habían extraído los globos oculares, denotaba experticia en este tipo de operaciones. Todo indicaba que éste no sería el único cadáver con las cuencas oculares vacías.
De inmediato se pusieron en contacto con el VICAP, unidad del FBI que está destinada a lidiar con este tipo de criminales (Violent Criminals Apprehension Program) Los expertos advirtieron que este tipo de asesino era el más peligroso, pues son de sangre fría y altamente calculadores.
El hecho de que le quitara ambos ojos a su víctima, podía ser una simple manía o el afán de adquirir un «trofeo», como muchos «Serial Killers» suelen hacer, con el objeto de revivir sus crímenes y estimularse sexualmente. Es así como suelen robar a sus víctimas identificaciones, fotos, ropa interior e incluso trozos del cuerpo; pero extraer un ojo no es tan fácil.
Susan Beth Peterson era una conocida prostituta de 27 años, la cual fue encontrada muy cerca del lugar del primer crimen. Estaba semidesnuda, con un disparo en el pecho izquierdo, arriba de la cabeza, y el último en la nuca… sus ojos también habían sido extirpados.
Habían transcurrido sólo dos meses del primer asesinato y la policía había prohibido que se filtrara información con respecto a los detalles del primer crimen, con la esperanza de que el asesino dejara más evidencia. Con la aparición del cuerpo de Susan, y la extracción quirúrgica de sus ojos, la tesis de un posible asesino en serie suelto era incuestionable.
Los médicos forenses consideraron al asesino una persona con indudable conocimiento en el desprendimiento de globos oculares, pues los cadáveres no tenían muestras de heridas externas en los párpados, sólo el corte necesario para sacar los ojos de su lugar y para lo cual se debe tener nociones de anatomía. Aun así, esta operación resulta sumamente poco común.
La policía trataba de registrar cada encuentro sospechoso entre prostitutas y clientes; pero nada «fuera de lo normal» ocurría. Si bien dentro de los reportes había un par de discusiones y enfrentamientos, la prostitución es un estilo de vida tan riesgoso que los oficiales poco y nada pueden hacer al respecto. Ya se hablaba de la existencia del «Dallas Ripper», sin embargo no se conocían muchos detalles sobre el perfil del asesino o su insólito ritual.
Cuando un tercer cuerpo apareció, el FBI trataba de perfilar al hombre que debían buscar. Shirley Elizabeth Williams, había muerto exactamente igual que las dos mujeres anteriores y sus ojos habían sido removidos. Las tétricas mutilaciones no serían la única pista que tendría, para ese entonces, la policía de Dallas.
Encontraron un nexo tan obvio, que les enfocó en un solo lugar donde buscar a su asesino. Las tres mujeres asesinadas prestaban servicios sexuales en un mismo complejo de moteles, lo que indicaría que el asesino debía trabajar y vivir cerca; sin embargo había un detalle que volvió ambiguas las investigaciones: Shirley Williams, de 41 años, era de raza negra.
Por lo general, los asesinos en serie escogen a víctimas de su misma raza o color, por ende, se manejaba la tesis de que el «Dallas Ripper» era de raza blanca. Son pocos los casos de asesinato serial en donde el victimario escoge personas de otras razas. Famoso es el caso de Jeffrey Dahmer, un hombre de raza blanca que asesinó a varios muchachos homosexuales de raza negra e hispana, saliendo del convencionalismo del típico asesino serial.
Después del crimen de Shirley Williams, el caso parecía volverse un poco más confuso. La mujer estaba tendida en el piso, cerca de un colegio. Dos disparos le habían quitado la vida, uno en el rostro y el otro en la parte alta de la cabeza. También mostraba moretones en la cara y la nariz rota; pero además, si bien los ojos habían sido extraídos con éxito, el asesino cometió varias laceraciones en el rostro, lo cual evidenciaba que estaba actuando con más brutalidad.
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Los criminólogos, forenses y criminalistas, analizaron las fotos de las escenas del crimen y los cuerpos (sobre todo el detalle de la extracción de los ojos) y coincidieron en que el autor del crimen tenía bastante experiencia, y que se trataba de un asesino en serie en una fase más avanzada y madura. Lo perfilaron entre los 30 y 50 años de edad como mínimo, además de estar casi seguros de que ya había asesinado antes.
El FBI trazó su perfil, y de inmediato la policía comenzó a buscar a un hombre en buen estado físico, de edad media y con conocimientos avanzados en anatomía; sobre todo en lo que respecta a los músculos del ojo. Por ese entonces, los rumores de un asesino coleccionista de ojos, angustiaba a las prostitutas de Dallas y a toda la comunidad en general.
El descubrimiento de un vello púbico en el cuello de Shirley, fue puesto bajo la lupa e identificado como el de un hombre caucásico. No era mucho; pero no habían más pistas.
Dentro de los informes, que poco a poco se iban acumulando, aparecía un relato sobre dos ataques perpetrados cerca de «la zona de caza» del asesino. En ambos, las mujeres habían descrito a un agresor musculoso, cabello gris, que conducía una camioneta con «Pick up» techado, con colores blanco y rojo, o blanco y marrón.
Un perspicaz investigador encontró muy curiosa una denuncia sobre un tipo que asediaba a una mujer que trabajaba de vendedora en un Mall. El hombre, identificado como Charles Albright, la habría estado acosando y dando regalos, hasta que el personal del lugar tuvo que expulsarlo. Albright tenía un nutrido historial policial, incluyendo problemas con menores de edad.
Las sospechas se intensificaron cuando las prostitutas que denunciaron los ataques al FBI, reconocieron en las fotografías de Albright a su agresor. Llegaron a casa de Charles, un hombre respetable dentro de la comunidad, y se lo llevaron entre las airadas quejas de su mujer, Dixie.
Albright, de 57 años, era un repartidor y colocador de alfombras muy atento, conocía bien la zona debido a sus constantes viajes. Sus vecinos quedaron muy extrañados al ver a la policía tocando su puerta, y aun más cuando fue indicado como el sospechoso número uno de ser el, por aquel entonces apodado, «Dallas Ripper» o «Dallas Slasher». Charles negó todo, sin embargo las pruebas empezaron a acumularse en su contra.
El FBI tenía a su hombre. Entrenador de un equipo de football, pianista, dibujante, ayudante en los Scouts, cultivado en artes, profesor de ciencias y vecino servicial.
Cuando la policía entró a su casa, quedaron sorprendidos por una enorme colección de misteriosas máscaras que poseía Albright, las cuales en vez de estar colgadas en las murallas, estaban sobre una mesa, mirando hacia el cielo. Pero también encontraron una colección de muñecas, libros sobre asesinos en serie, textos que hablaban sobre la doctrina nazi y varias armas de distintos calibres; sin embargo, ninguna correspondía al que la policía buscaba.
También se encontró una serie de cuchillos de precisión, llamados «X-acto», con navajas intercambiables, con los cuales Albright habría llevado a cabo las extracciones de los globos oculares de sus víctimas. Charles fue arrestado sin musitar palabra.
Otra de las pruebas incriminatorias, fueron los distintos cabellos encontrados en una aspiradora con la cual Albright aseaba su station vagon (aunque en el vehículo también se encontraron cabellos y vello púbico de las tres mujeres asesinadas) y sus propios vellos, encontrados en los cadáveres, lo que lo ligaban a los crímenes incuestionablemente.
Los detalles de los crímenes se filtraron finalmente a la prensa, y el apodo de «Eyeball Killer» comenzó a aparecer en las primeras planas de los periódicos junto a la foto de Albright, conmoviendo a la comunidad.
Este hombre de cuerpo atlético, voz suave y trato afable, nació el 10 de agosto de 1933 en Amarillo, Texas. Fue adoptado por Fred y Delle Albright. Era un chico inquieto e impulsivo que gustaba de jugar en su patio trasero, realizando todo tipo de torturas y experimentos con insectos y animales pequeños.
Durante su adolescencia, dispara balines de goma contra ardillas y conejos; pero era considerado un buen alumno en el colegio. Desde pequeño había querido ser un taxidermista, y su madre lo ayudó en su afán; sin embargo la situación económica no era muy buena, y como las imitaciones de ojos animales eran demasiado caras, sólo podían poner botones en las cuencas oculares de los pájaros que disecaba. Un detalle ciertamente escalofriante.
Cuando Charles tenía 16 años, ya había estado envuelto en muchos problemas, incluido un asalto y el relacionarse con una prostituta local.
A los 19 años, su madre descubre unas fotos que Albright guardaba celosamente de una exnovia. A la imagen le faltaban los ojos, los cuales habían sido recortados y pegados en una de las paredes. Revisando más a fondo, se encontró con cientos de fotos recortadas de la misma forma, ojos superpuestos en caras distintas, pegoteados de forma poco prolija. Un avance de lo que se estaba gestando en el oscuro mundo de Charles.
A los 20 años contrae matrimonio con Bettye Nestor, una maestra de escuela; pero tiene grandes problemas al tratar de tener un trabajo estable, por lo cual no tardaría en tener algunas discusiones con su esposa, la cual notaba que Charles no lograba permanecer en un trabajo por más de tres meses.
A su personalidad poco constante, se sumaba su incapacidad por mantenerse lejos de los problemas. En su periodo de casado, llegó a pasar un tiempo en la cárcel por falsificación de documentos, sin sumar otros cargos y multas por otro tipo de delitos menores (adulteró documentos otorgándose grados académicos) Albright dibuja ojos constantemente, los cuales guarda y pega en algunos lugares de su casa. Finalmente Bettye se separa de él, cansada de su conducta extraña, sobre todo por la obsesión de Charles con los ojos y las cuchillas.
En 1981, es acusado de intentar abusar de una niña de 9 años, hecho que desmiente rotundamente, alegando una mal interpretación de los sucesos, aunque acepta que estaba bromeando con ella y promete no hacerlo nuevamente. El jurado le cree y sale sin problemas de la acusación.
Albright visita con regularidad a la hija que tiene con Bettye Nestor; pero se muestra algo distraído. Ese mismo año (1987) es encontrada muerta una prostituta de Dallas. La mujer no había sido mutilada como las siguientes víctimas de Albright; pero según varios especialistas, esta podría haber sido la primera de muchas otras víctimas no reconocidas por el misterioso «Eyeball Killer».
En 1990, Albright se interesa por libros sobre asesinos seriales y empieza a pintar cuadros de mujeres mutiladas. A la vez, mantiene una relación sentimental; sin embargo no deja de visitar a prostitutas para tener noches de sexo sin compromiso. Es en este período cuando comienzan los macabros asesinatos. Más de alguna de las personas que lo conoció, dijo haberlo escuchado maldiciendo a las prostitutas. Incluso, llegó a prometer matar a alguna; sin embargo las frecuentaba a espaldas de su pareja.
Su forma de matar era fría. Se llevaba a una prostituta, tenía sexo con ella y luego la mataba por la espalda. Cargaba el cuerpo unos metros (poseía un gran estado físico) y hacía la operación que se convirtió en su marca personal. No tardaba más de un minuto en la extracción de cada ojo, pues era experto cirujano. Después de eso, huía… pero no muy lejos. De hecho, vivía a sólo un par de cuadras del lugar de los hallazgos. Albright no se esforzaba mucho en ocultarse o despistar a la policía, hasta el día de su detención, en 1991.
La policía estaba satisfecha por la detención del asesino, y el FBI sorprendido por la precisión quirúrgica de Albright, mientras la evidencia se acumulaba para terminar de hundir al asesino. Encontraron varias partículas de pelusas en los cadáveres y en el interior de la camioneta de Charles, lo cual lo ligaba con las tres chicas, además de encontrar dichas pelusas en su aspiradora.
Esto, sumado a las declaraciones de un par de prostitutas maltratadas por Charles en algunos encuentros violentos, terminaron por desenmascarar al terrible asesino. Pero Albright continuó negando su participación en los hechos, hasta que el juez lo condenó a cadena perpetua en vista de las evidencias.
Hasta el día de hoy, Charles Albright ha guardado silencio y no hace referencia alguna a los crímenes. Tampoco ha querido contar a los psicólogos e investigadores el porqué de las extrañas mutilaciones, ni tampoco ha dicho qué hizo con los ojos que extirpó con precisión quirúrgica, pues nunca se encontraron. Los investigadores siguen luchando por conocer sus motivaciones; pero Charles sólo se dedica a dibujar, mostrándose poco cooperador y algo alienado.
Albright ha cubierto su celda con cientos de dibujos y recortes de ojos de distinto color, forma y tamaño; sin embargo sigue sosteniendo que es inocente. Dentro del recinto penitenciario, Albright despierta tremenda curiosidad en los otros presos debido a sus extraños crímenes y muchos prefieren evitar su compañía. Fuente: Crminalía.