Algún tiempo atrás, en nuestro artículo «10 cosas que no sabías sobre los fluidos corporales», hablamos sobre la emetofilia, ¿recuerdas? A lo mejor no lo querías recordar, pero se trata del placer sexual ante la exposición de los vómitos. Así es, en lo que mejor se conoce como «ducha romana», los emetofílicos encuentran el goce cuando les vomitan encima, revolcándose en los fluidos regurgitados de otras personas. El vómito puede causar asfixia si alcanza las vías respiratorias en cantidades suficientes. En personas que no acostumbran inducirse el vómito es muy poco frecuente, pero en las que lo hacen de manera habitual supone un grave riesgo. La posición lateral de seguridad puede evitar la asfixia en caso de que la persona quede inconsciente y vomite.
Algunos emetofílicos encuentran el acto de vomitar excitante; para ellos, la secuencia que acompaña al vómito de “espasmo, expulsión y alivio” está cargada eróticamente. Otros emetofílicos encuentran placer viendo o escuchando vomitar a otros.1 Algunos prefieren que sus parejas o cualquier otra persona los vomite encima, mientras que otros prefieren provocárselo, ya sea forzándolos a vomitar (querer ser vomitado puede estar relacionado con ser dominado, mientras que querer hacer vomitar a alguien puede ser deseo de la persona dominada). Es muy común para la mayoría de los emetofílicos tener más de una de esas fantasías en varias combinaciones.2
La excitación emetofílica se obtiene de distintas formas:
Ver a alguien vomitar.
Induciéndolo a otras personas.
Haciéndolo por sí mismo.
Hacérselo a otras personas.
Haciéndolo a los órganos sexuales.
Vomitando en la boca de otros.
Escuchando a alguien vomitar.