Robert Cornish (1903-1963), científico precoz siempre se sintió atraído por la idea de devolver la vida a los muertos . Para ello, ideó un sistema bastante llamativo: fijando el cadáver de un individuo, fallecido recientemente y sin lesiones físicas, a una especie de plano inclinable en varias posiciones (básicamente un columpio basculante de parque infantil ), y moviéndolo arriba y abajo, era posible hacer que la sangre circulase de nuevo, y por lo tanto se reactivasen las funciones cerebrales y cardiacas.
Los primeros experimentos con personas ahogadas y a las que les habían dado infartos no tuvieron mucho éxito, si bien Cornish aseguraba que les volvía el color en los pálidos rostros y que incluso había detectado alguna señal de pulso . Mejoró el sistema y a perros que sacrficaba les inyectaba coagulantes y estimulantes justo antes de «columpiarles», con lo que sorprendentemente sí obtuvo resultados: algunos canes resucitaron y llegaron a sobrevivir meses (aunque con severos daños cerebrales y ciegos). El éxito de Cornish fue tal que le dedicaron una película: «La realidad increíble».
Esta y otras historias, como el perro de dos cabezas ruso o el Frankestein real, se pueden encontrar en el libro « El ‘científico loco’: Una historia de la investigación sin límites » (Alianza editorial). © ABC.