Jorge Ríos, «Jorge Riosse», fue un asesino serial mexicano; conocido como el asesino de la merced. Activo en los años 1991 y 1993, se le considera culpable de la muerte de 13 mujeres, de entre 25 y 28 años de edad, la mayoría de ellas prostitutas. Todas asesinadas en Hoteles del Distrito Federal (Hoy Ciudad de México), encontradas debado de las camas, cubiertas por sabanas blancas y estranguladas. También utilizaba labiales para rayar en los espejos mensajes amenazantes como «Volveré L.M.B».
Las personas que conocieron a Jorge, lo recuerdan como un joven bastante apuesto, inteligente, educado, cariñoso y amable. Era autodidacta, sabía tocar la guitarra, cantaba, escribía poesía, era políglota y pintaba de forma talentosa, sin nunca haber tomado alguna clase.
Tuvo una infancia difícil. Su madre, quien trabajaba como empleada doméstica y, se cree, ejerció la prostitución le dejó en un orfanato tras nacer. Ella rehizo su vida, tuvo dos hijos y años después fue por él, pero no para ser una madre responsable, si no para que Jorge hiciera de nana o sirviente para los dos hijos pequeños. Él los cuidaba, les lavaba, les cocinaba; y ni siquiera tenía derecho de dormir dentro de la casa. Así es, debía dormir afuera porque dentro solo dormía la familia… La madre, los dos hijos y el esposo. Jorge, cansado de todo eso escapó. Existen muchas partes desconocidas en su historia, ya que nadie lo conoció realmente.
El motel Mexicali, fue el testigo del último asesinato, pero esta vez era mucho más cruel que los anteriores, pues el asesino abrió el pecho de su víctima, le sacó el corazón, y pintó una estrella de 5 picos con símbolos extraños que nadíe comprendía. Fue así que la policía capitalina dio a conocer al presunto asesino, un lavacoches de la CDMX de nombre Jorge Enrique Martínez, quien aceptó ser el culpable. Y así, la policía capitalina lograba «dar por cerrado» el caso del asesinato de al menos 13 sexoservidoras de la Merced. Cabe señalar que la policía presentó al culpable, con lágrimas en los ojos, moretones y signos de tortura… lo que hizo pensar a los medios que solo se trataba de un chivo expiatorio; algo que era muy común por parte de la policía mexicana en aquellos años.
El 9 de abril de 1993 la verdad salió a la luz… Una prostituta había logrado escapar de las garras de un hombre que había intentado hacerle daño, la policía apareció ante los gritos desesperados de la mujer y logró herir con una bala al agresor.
La noche cálida se había convertido en caótica tras la persecución que se desató y que culminó en el cruce de las calles de Shakespeare y Víctor Hugo, en la colonia Anzures del entonces Distrito Federal en cuya azotea de una vivienda el hombre había iniciado un incendio.
Jorge Riosse provocó aquel incendio para quemar las credenciales, pasaportes, objetos y mechones de cabello que tenía de sus víctimas. Pero el incendio le causó graves heridas, por lo cual perdió el conocimiento. Jorge murió esa misma noche en el hospital, pasando a la historia como uno de los criminales más sanguinarios, pero enigmáticos de la historia mexicana moderna. Además de las pertenencias de sus víctimas se encontraron recortes de periódicos donde narraban los feminicidios.
La señora Rosa, quien le alquilaba la habitación donde dormía, lo recuerda con melancolía y cariño. Menciona que lo único extraño era si fijación hacia las mujeres, pues en todas sus obras aparecían. Un dato curioso es que antes de morir aquella noche de abril, pinto con labial en la pared de su cuarto de azotea las expresiones «Te amo, Rosa» y «NO SOY HOMOSEXUAL». De esto último hay que decir que tenía un severo rechazo a una homosexualidad que, supuestamente, alguien le había asegurado que él tenía.
Poco se habla de los asesinos en serie mexicanos, principalmente, porque las autoridades de México suelen dar carpetazo a los homicidios de hombres, mujeres y niños en el país. Sin embargo, existen y hay que ser conscientes de que muchos de los crímenes en nuestro país son causados por ellos.
Los actos de Jorge Riosse son reprobables, sin embargo, debemos reconocer que se trató de una persona talentosa, con un alto coeficiente intelectual y que pudo aportar mucho a nuestro país, de no haber tomado el mal camino. Nuevamente nos damos cuenta de que muchos criminales nacen a raíz de los malos entornos, los malos padres y una infancia difícil. Cuando leo su historia recuerdo las palabras de Carson McCullers:
«Los corazones de los niños pequeños son órganos delicados. Un comienzo cruel en este mundo puede deformarlos de maneras extrañas».