Edward “Ed” Gein (1906-1984), conocido como el Butcher of Plainfield, fue un asesino y profanador de tumbas estadounidense cuyo caso estremeció al mundo por lo grotesco de sus actos.
Desde chico vivió recluido en una granja en Wisconsin, junto a su madre Augusta —una mujer autoritaria, rígida y obsesionada con el pecado— y su padre alcohólico. La madre le inculcó una visión obsesiva de la moral, el cuerpo y la culpabilidad, lo que marcó profundamente su psiquis. Cuando sus padres murieron (su padre en 1940, y su hermano en sospechosas circunstancias en 1944), Ed quedó solo, con su mente al límite.
En 1957, la desaparición de Bernice Worden, una comerciante local, desató la investigación que revelaría el horror de su casa. En su granja fueron hallados objetos imposibles: máscaras hechas con piel humana, sillas cubiertas con restos humanos, cráneos convertidos en cuencos, órganos en frascos… un catálogo macabro de muerte y decadencia. Gein confesó que durante años había desenterrado cadáveres de mujeres que, según él, “se parecían a su madre”, y usaba sus restos para construir esos artefactos perturbadores. También admitió haber matado a otra mujer, Mary Hogan, en 1954.
Según Historias con imagenes. durante el juicio, Gein fue considerado mentalmente incompetente y fue internado en instituciones psiquiátricas. En 1968 fue hallado culpable, aunque no penalmente responsable por razones de locura. Vivió el resto de su vida confinado hasta su muerte en 1984, a los 77 años, por complicaciones de cáncer de pulmón y falla respiratoria.
Su crimen, tan extremo, trascendió los archivos judiciales: inspiró personajes inolvidables en el cine de horror. Norman Bates en Psycho, Leatherface en The Texas Chain Saw Massacre, y Buffalo Bill en The Silence of the Lambs encuentran en Gein una parte oscura de su origen.
Hoy, con más atención gracias a la serie Monster: The Ed Gein Story, su figura vuelve a estremecer.

















