Lo dieron por muerto la primera vez. Sin dudas. Sin preguntas. Sin esperanza. Su cuerpo no respondía, no respiraba, no se movía. Lo llevaron a la morgue, lo prepararon, lo metieron al ataúd. Y antes de enterrarlo… abrió los ojos. La gente gritó, corrieron, no entendían nada. Pero no era la primera vez que pasaba, ni la última.
A este hombre en Tanzania lo han declarado muerto seis veces. Seis intentos. Seis despedidas. Seis regresos. Una vez fue en su casa; otra, en el camino al hospital; otra más, ya dentro de la sala donde atendían cuerpos sin vida. Y en todas… terminó despertando. A veces después de horas, a veces cuando ya lo velaban, a veces cuando ya todos habían perdido la fe.
Por eso, en su pueblo, la gente dejó de buscar explicaciones. Solo lo bautizaron con un nombre: “El hombre que no puede morir.” Algunos dicen que es resistencia; otros, que es un problema médico; otros, que es pura suerte. Pero la mayoría… la mayoría solo cuenta la historia una y otra vez, como una leyenda viva, como algo que nadie entiende pero todos han visto.
Porque hay personas que parecen romper todas las reglas. Personas que regresan cuando ya no deberían regresar. Personas que, sin querer, se convierten en mito. Y él… él es una de esas historias que hacen que todo un pueblo diga: “Mientras Dios no lo llame… nadie puede llevárselo.”
Esta historia circula como relato viral contado por habitantes de la zona en Tanzania sobre Ismail Azizi. No existe evidencia médica verificada que confirme los episodios mencionados. La nota se presenta como testimonio popular

















