Esa tarde, Leoncio buscó compañía en un vino, pero no le alcanzó. Al rato caminó de nuevo al almacén de la esquina, trajo otro litro de tinto y se sentó a beber en una desvencijada silla de totora, al lado de una pequeña mesa de la galería de la casona de la calle Charcas, aguardando que ese día terminara de una vez. “Doña Pocha”, que detestaba verlo así, lo miró y murmuró unas palabrotas mientras pasaba la escoba. Ahí empezó la discusión, aseguró el jornalero.
Según él, “Doña Pocha” le pateó la mesa y le tiró la caja de tetra brik. Aseguró que, cuando él se agachó a recoger el vino, la mujer le estrelló un ladrillazo por la espalda y ahí mismo agarró un palo y le pegó sobre un costado de la cara. Agregó más, afirmó que ella tomó un cuchillo para meterle un puntazo, pero él reaccionó al instante y le arrebató el cuchillo para defenderse. Ese “defenderse”, de acuerdo a su versión, fue el brutal ataque contra Sara Petrocina Bucheta.
Esa tarde del 31 de diciembre de 1991, Leoncio Demecio Mercado asesinó de un cuchillazo en el abdomen a la anciana de 75 años, esa mujer mayor que en otrora fue pareja y últimamente su inquilina en esa casona. Lo que no contó el jornalero de 62 años fue que antes del puntazo mortal también la tomó a golpes. Esto último señalado por la autopsia, lo que reveló que mintió en su relato y quizás fue él quien arremetió contra la mujer o ambos se agredieron mutuamente.
Así de trágico fue el último día de 1991 en la casa de la calle Charcas en la Villa Nueva Argentina, en Rivadavia. Una historia poco feliz de dos personas mayores que no llegaron a concretar la vida en pareja y que aparentemente se odiaban, pese a que compartían el mismo techo y la miseria de la soledad.
No hay mucho que contar sobre “Doña Pocha”, la inquilina en esa casona de adobe que poseía una galería y el baño al fondo. Según las crónicas periodísticas de esos años, los vecinos relataron que sus parientes no la visitaban, que ella trabajaba de empleada doméstica y a su edad concurría a una escuela para adultos para terminar la primaria.
De Leoncio tampoco había mucho. Sus días transcurrían en los trabajos temporarios de finca y veía poco a sus parientes. Él era un solterón y esa casa la había heredado de su madre. Los vecinos decían que casi no salía y buscaba consuelo en el vino. No hubo nadie que hablara mal del jornalero ni de “Doña Pocha”, para todos ambos eran afables y cero problemáticos. Por eso conmocionaba lo sucedido la noche de fin de año.
Una nota periodística destaca que, luego del asesinato, el propio Leoncio se cruzó a buscar una vecina y le confesó lo sucedido. Los policías de la Seccional 25ta detuvieron al jornalero esa noche por orden del entonces juez José Enrique Domínguez, acusado del delito de homicidio simple. No hubo agravantes a pesar de que existían una relación entre el jornalero y la víctima, o al menos la habían tenido tiempo atrás. Los testimonios indicaban que la pareja mayor mantuvo un romance, que convivieron y al cabo de unos meses se separaron, pero continuaron por medio de ese vínculo entre el dueño de la propiedad y de su inquilina.
La autopsia reveló que la anciana murió producto de una herida infringida con un arma blanca, tipo cuchillo, a la altura del abdomen, pero también presentaba hematomas y otras lesiones. Esto daba a entender que fue golpeada por el jornalero, que trató de justificar el crimen como un acto de defensa.
Leoncio buscó explicar lo que no se podía. Refirió al hecho criminal como una pelea y culpó a Sara Petrocina Bucheta de agredirlo primero. Dijo además que estaba borracho y no pudo contenerse. Bajo esa teoría y en función al relato del jornalero, el abogado César Jofré argumentó en el juicio que existió una acción de legítima defensa y que el acusado no comprendió la criminalidad de sus actos por el estado de ebriedad en el que se encontraba.
El cadáver de la víctima no sólo presentaba la herida mortal de arma blanca, también tenía golpes en distintas partes del cuerpo. Eso puso en duda la versión del homicida.
La fiscal de cámara Elizabeth Kragicek alegó que la versión de Leoncio Mercado era interesada porque apuntaba a favorecerse y hacer ver a la víctima como la persona que lo agredió inicialmente. Claro, no había testigo sobre lo ocurrido la tarde del 31 de diciembre de 1991 en la casona de la calle Charcas. La representante del Ministerio Público Fiscal puntualizó que el jornalero no contó toda la verdad, pues la autopsia puso de relieve que la víctima fue agredida a golpes antes de ese puntazo mortal.
Fue así que no pudo salvarse de la condena, pero la sacó barata. La sentencia contra Leoncio Demecio Mercado se conoció en los primeros días de octubre de 1992. El juez Juan Carlos Peluc Noguera, del Segundo Juzgado Penal, mantuvo la calificación inicial del delito y condenó al peón rural a la pena de 8 años de prisión, la mínima por homicidio simple.
De Leoncio no se supo más nada. Los vecinos de Villa Nueva Argentina no lo volvieron a ver. Hoy, en la casa donde ocurrió el crimen, vive uno de sus parientes, pero la gente de la zona recuerda patente aquel estremecedor asesinato que tuvo como víctima a “Doña Pocha”.© Tiempo de San Juan./ Sentencia del Segundo Juzgado Penal, artículos periodísticos de Diario de Cuyo y hemeroteca de la Biblioteca Franklin y Archivo General de la Provincia.