En el 750, la revuelta de los abásidas acaba con la dinastía omeya que gobernaba todo el mundo islámico. Todos los omeyas fueron asesinados; incluso se sacó a los omeyas muertos hace tiempo de sus tumbas, para borrar de este modo los rastros de la familia. Sólo uno logró escapar a la matanza, y con el tiempo reapareció en el otro extremo del mundo islámico, en al-Ándalus.
Este único superviviente de los omeyas, Abderramán o Abd al-Rahman, llamado al-Muhāŷir (‘el emigrante’), se exilia al Magreb, zona por entonces refugio de todas las disidencias debido a su alejamiento de las capitales califales. Huésped de tribus bereberes junto a un puñado de aliados, Abd al-Rahman recaba apoyos entre las tropas sirias de al-Ándalus, hasta que en septiembre del año 755 desembarca en Almuñécar (la imagen que ilustra esta publicación es de la estatua dedicada a Abderramán en esta ciudad).
Con el apoyo del yund o ejército sirio de al-Ándalus, vence al gobierno de los abbasíes en la batalla de Alameda (756) y es nombrado emir por sus partidarios. Al-Ándalus se hace así políticamente independiente, aunque Abd al-Rahman evitará hacer explícito su no reconocimiento del califa de Bagdad para mantener la apariencia de unidad en la umma o comunidad de musulmanes. A su muerte, al-Ándalus es un Estado totalmente estructurado. Le sucederán otros cuatro emires antes de que el país se independice también en el plano religioso, dando lugar al califato de Córdoba.
Estar emparentados con los omeyas será un signo de prestigio durante toda la historia de Al-Ándalus. De hecho, ya en el siglo XVI, ochenta años después de haber sido conquistada Granada, la revuelta de los moriscos en la alpujarra granadina será liderada por un individuo que se decía descendiente de los Omeyas, Abén Humeya, nacido como Fernando de Válor y Córdoba.
Aún hoy día caminan entre nosotros descendientes de esta insigne familia y que podemos distinguir por sus apellidos. El apellido castellano Benjumea y sus variantes (Benhumea, Benjumea, Benhumeda, Benumeya, Alomía, etc.) procederían del árabe Ibn Umayya (hijo de Omeya), serían por tanto quienes lo portaran los descendientes de esta distinguida familia.