Francisca Ballesteros (1969, Valencia) apodada como «La envenenadora de Melilla» es una mujer española condenada por el envenenamiento y muerte de su esposo e hijos con carbimida, zolpidem y otros sedantes.
El caso de Francisca Ballesteros, apodada La envenenadora de Melilla fue descubierto por un conocido del barrio en dónde residía cuando éste se acercó a su casa y allí pudo ver el estado agonizante en el que se encontraban sus dos hijos.
Ante las incesantes excusas de Francisca para evitar que los menores recibieran asistencia médica, decidió denunciar la situación, esto dio origen a la investigación de la policía.
Francisca era descrita como mujer introvertida y devota esposa.
Historia criminal
El 4 de junio de 1990, fallece Florinda, su primogénita, con 6 meses de edad. Este asesinato no es descubierto hasta su declaración tras la detención en 2004.
El 6 de octubre de 2003, Antonio, marido de Francisca, ingresaba en la UVI del hospital Comarcal de Melilla y el 12 de enero de 2004 fallecía por un fallo multiorgánico por intoxicación.
El 4 de junio del 2004, Sandra de 15 años, la hija mayor de Francisca ingresó en el hospital con grave insuficiencia respiratoria, shock con cianosis en las extremidades e infestación por hongos en el tracto digestivo. Sandra ingresó a las 13:00 y se firmaba su fallecimiento a las 13:30 por insuficiencia hepática y fallo multiorgánico masivo.
El 5 de junio de 2004, Antonio de 12 años el hijo menor de Francisca ingresaba en hospital con los mismos síntomas que su hermana Sandra pero de menor gravedad. En sus analíticas se encontraron restos de inductores del sueño y de diversas benzodiacepinas.
Juicio y sentencia
Francisca Ballesteros fue detenida el 6 de junio de 2004 y confesó ese mismo día haber envenenado a sus hijos suministrando diariamente carbimida, zolpidem y otros sedantes para que no lloraran y mantenerlos tranquilos.
Francisca declaró también en este momento el asesinato de su primera hija en 1990
Ante la similitud de síntomas entre los dos hermanos se ordenó una autopsia de Sandra y la exhumación del cadáver de su marido Antonio, en el cual se encontraron restos de cianamida, sustancia que compone un medicamento denominado Colme.
El 21 de septiembre de 2005 comenzó el juicio. Durante el transcurso de éste, Francisca declaró que su intención era dañarles el corazón para que no sufrieran tanto. Igualmente declaró que tanto su marido Antonio como sus dos hijos eran un “estorbo” para poder empezar una nueva vida con un nuevo “amor” que había conocido por Internet en donde se la conocía con el nick de “Fogosa”.
En el juicio se desveló que Francisca había conocido, al menos, a tres hombres, llegando a prometerse en matrimonio a uno de ellos, a los que les contaba que era viuda y que sus dos hijos y su marido habían fallecido en un accidente de tráfico.
En las testificaciones de los peritos, éstos declararon que Francisca estaba en “plenas facultades mentales”
El 9 de Julio de 2004, ingresó en prisión preventiva.
El 26 de septiembre de 2005 el tribunal consideraba probados y fallaba:
Un delito de asesinato con alevosía, ensañamiento y el agravante de parentesco contra su hija Sandra por el que se condenaba a Francisca de 25 años de prisión.
Un delito de asesinato en grado de tentativa con ensañamiento y alevosía y parentesco contra su hijo Antonio por el que se la condenaba a 19 años de prisión e inhabilitación para la patria potestad del menor
Un delito de asesinato con alevosía contra su marido Antonio por el que se la condenaba a 20 años de prisión.
Un delito de asesinato con alevosía contra su primogénita
Se le obligaba a pagar una indemnización a su hijo Antonio por la muerte de su hermana de 180.000 euros, 200.000 euros por la muerte de su padre, y 11.390 euros por los daños y lesiones causados sobre su persona, que requirieron un período de 8 meses de recuperación.
Durante el juicio se consideró la idea de exhumar los cadáveres de su padre y sus hermanos, fallecidos también en extrañas condiciones. Pero se desechó la idea ante la imposibilidad de encontrar restos de los venenos transcurridos tantos años.
En los registros policiales, en el domicilio de Francisca, se encontraron en las habitaciones de los niños botellas de agua con carbimida, un medicamento utilizado contra el alcoholismo.
En ningún momento durante el proceso de juicio ni de las diversas declaraciones Francisca declaró ningún tipo de sentimiento de arrepentimiento o culpabilidad por ninguno de los asesinatos.
Más de ochenta años de cárcel para la Envenenadora de Melilla
Noviembre 2005
Paqui es un recuerdo del pasado. Una de esas asesinas tradicionales que envenena en solitario sin enredar a amantes ni a matones a sueldo en sus crímenes. Una asesina en serie autosuficiente cuya historia es similar a la de cualquier otra colega de siglos pasados, salvo por la circunstancia de que conoció a su amante por internet. La Envenenadora de Melilla era como casi todas su colegas un ama de casa, y madre abnegada, que cuidaba de su aparentemente enfermiza familia al tiempo que los exterminaba.
Francisca Ballesteros, Paqui, ha sido condenada en septiembre a 84 años de cárcel por envenenar a su marido y a dos de sus hijos y por intentarlo con el tercero. La Audiencia Provincial de Málaga en Melilla la declaró culpable de un delito de asesinato con alevosía y ensañamiento, por la muerte de su hija Sandra, dos delitos de asesinato con alevosía, por la muerte de su marido y su hija Florinda, y un delito de asesinato en grado de tentativa, por su hijo Antonio.
La Envenendora de Melilla declaró que le estuvo dando Colme (un medicamento indicado para dejar el alcohol compuesto de cianamida cálcica) a su marido, Antonio González, hasta que falleció, porque bebía y la maltrataba física y, sobre todo, psicológicamente. También dijo que suministró la misma medicina a sus hijos Antonio y Sandra para que no sufrieran por la desaparición de su padre. En cuanto a la muerte de su hija Florinda, que falleció en 1990 cuando tenía seis meses, no dio ninguna explicación.
Los investigadores sólo habían encontrado rastros del medicamento en el cadáver de Sandra porque se elimina totalmente del organismo a las 6 o 12 horas. También encontraron Colme en una botella de agua que la niña tenía en la mesilla de noche de su habitación cuando fue trasladada al hospital.
Ballesteros es una valenciana de 36 años que vivía en Melilla con su marido y sus dos hijos.
En el verano de 2003 conoció a varios hombres a través de internet, y en noviembre de ese mismo año su marido y sus hijos ingresaron en el hospital por una intoxicación que la envenenadora achacó a unas fumigaciones. Ese mismo mes viajó a Tenerife para conocer a uno de los ciberamantes y dos meses después, en enero de 2004, falleció su marido Antonio, un funcionario que por entonces tenía 42 años y con el que llevaba 17 años casada. Se atribuyó su muerte a un infarto de miocardio.
Pero las desgracias no dejaron de sucederse en la familia y el 4 de junio de 2004 falleció su hija Sandra, de 15 años, al poco de ingresar en el hospital con síntomas de intoxicación y poco después ingresaba también en el hospital con los mismos síntomas su hermano Antonio, de 12 años, que fue el único que se salvó.
Algunos familiares de Paqui deben estar de su parte porque asistieron al juicio e incluso se enfrentaron con los parientes del marido, así que tal vez no hay más muertes sospechosas en la familia y a lo mejor Paqui no ha matado a ningún otro pariente sanguíneo.
La fogosa y el ciberamante
El amante tinerfeño de la envenenadora, Cesáreo A.P., declaró en el juicio que pensaba casarse con Paqui y que desconocía que ésta estuviera casada y tuviera dos hijos. La mujer se hacía llamar «fogosa» en el chat de internet en el que se conocieron en agosto de 2003. Cuatro meses después Paqui viajó a la isla para encontrarse con él.
El apodo debía ser afortunado y tras un primer encuentro en un hotel de Tenerife el hombre le pidió que se casara con él, según su declaración. La envenenadora accedió, pero le dijo que primero debería volver a Melilla para vender una propiedad. La mujer le había contado a Cesáreo que su marido y su hija habían fallecido en un accidente de tráfico. El hombre sólo sospechó de la sinceridad de Fogosa cuando durante una conversación telefónica pudo oír como alguien la llamaba «mamá».
La parricida de Melilla tenía planes de boda con su amante de Tenerife
22 de septiembre de 2005
El amante de la parricida de Melilla, Cesáreo A. P., declaró este jueves, en el juicio que se sigue contra Francisca Ballesteros por el envenenamiento de su marido y sus tres hijos, que tenían planes de contraer matrimonio con la acusada tras conocerse por Internet y encontrarse en Tenerife en un viaje que hizo esta mujer en diciembre de 2003, un mes antes de la muerte de su esposo.
Cesáreo A. P. testificó desde su lugar de residencia, en San Cristóbal de la Laguna (Tenerife) a través de videoconferencia, que conocía a la acusada desde agosto de 2003, cuando empezó a ‘chatear’ con ella. Francisca, que usaba el ‘nick’ (apodo) de Fogosa’, le aseguró que era viuda y que su marido y su hija habían muerto en un accidente de tráfico.
Cuatro meses más tarde, ambos se encontraron en Tenerife y mantuvieron relaciones en un hotel. Fue allí donde el canario le pidió matrimonio y ella aceptó con previsión de instalarse en un futuro en la isla aunque no concretaron ninguna fecha porque ‘ella dijo que primero tenía que vender su casa de Melilla’. Sin embargo, el amante terminó por cortar la relación porque ‘fue dándome largas’ sin motivo aparente, coincidiendo en el tiempo con la muerte de su marido y cinco meses más tarde la de su hija Sandra, de 15 años.
Mantuvieron relaciones en un hotel
El testigo dijo que nunca llegó a pensar que Francisca Ballesteros estuviera casada y tuviera dos hijos. La única anécdota de la que pudo sospechar fue una conversación telefónica que mantuvo con ella en la que escuchó de fondo la palabra ‘mamá’. Ella contestó que estaba cuidando al hijo de unos amigos y que le tenía tanto cariño que le trataba como si fuera su madre.
La segunda vista del caso que se sigue contra esta mujer concluyó con los testimonios de los peritos que aseguraron que Ballesteros ‘era consciente de lo que hacía’ cuando echaba medicamentos a la comida y bebida de su familia. Según el autor del informe psiquiátrico que se realizó tres meses después de su detención, la acusada no padecía trastornos psicóticos ni de personalidad, tenía pleno uso de sus facultades mentales y autonomía para dirigir su voluntad.
A preguntas del fiscal el autor del informe explicó que la acusada le confesó que había matado a su marido mediante la administración prolongada del medicamento Colme porque era ‘un maltratador físico y sobre todo psicológico’. Durante las entrevistas con el psiquiatra, Francisca también dijo que administró el fármaco a sus hijos por una ‘motivación compasiva’ ya que ‘se querían ir con su padre fallecido’.
Los médicos forenses que realizaron las autopsias afirmaron que sólo hallaron restos de Colme en muestras orgánicas del cadáver de Sandra, ya que esa sustancia se elimina en un intervalo de entre 6 y 12 horas. Los forenses confirmaron que también encontraron en el cuerpo de Sandra, de su padre y de su hermano Antonio restos de Zolpidem y ‘Bromazepan’, unos sedantes que causan debilitamiento y que, según el fiscal, fueron suministrados ‘para anular su capacidad de pedir ayuda’.
En la primera vista del juicio, en la que testificó la acusada, ésta reconoció haber envenenado a su marido porque la maltrataba y afirmó que medicó a sus hijos para evitar que sufrieran porque también padecían este maltrato.
El Fiscal solicita 79 años de cárcel para Francisca Ballesteros por cometer cuatro asesinatos por envenenamiento, tres consumados (su hija Florinda, de cinco meses de edad, en 1990; su marido Antonio González, de 42 años, fallecido en enero de 2004, y su hija Sandra de 15 años fallecida en junio de 2004) y uno en grado de tentativa contra su hijo Antonio, que tenía 12 años cuando su madre fue detenida el 7 de junio de 2004, y es el único superviviente de la familia.
La envenadora de Melilla confiesa tres asesinatos
Julio 2004
Esther. Sólo se le escapó un hijo vivo, según su propia confesión. Su marido era alcohólico, le pegaba y le había dicho que se iba a marchar de casa, y por eso Francisca Ballesteros (Paqui) decidió cargárselo a él y a sus dos hijos, todo ello según su versión que no parece muy coherente. Los vecinos dicen que el marido era un funcionario normal y no tienen conocimiento del supuesto alcoholismo ni de los supuestos malos tratos. Paqui dice que planeaba suicidarse después de llevar a cabo sus planes, pero el caso es que toda la familia sufría intoxicaciones constantes menos ella.
Francisca Ballesteros es una valenciana de 35 años, que llevaba 17 años casada con Antonio, un melillense de 42. Tuvieron tres hijos: Sandra, Florinda y Antonio. La segunda murió a los seis meses de nacer.
En los últimos tiempos la supuesta envenenadora había conocido a varios hombres por Internet, llegando a intimar especialmente con tres, según los investigadores. Parece ser que en noviembre de 2003 se fue a Tenerife a visitar a uno de los internautas, al que le contó que era viuda y no tenía hijos (tal vez adelantándose a los acontecimientos).
Ese mismo mes su marido y sus dos hijos ingresaron en el hospital por una intoxicación (de momento se desconoce si fue antes o después de su visita al tinerfeño). La presunta envenenadora decía que habían enfermado por culpa de unas fumigaciones. Los tres se recuperaron, pero no por mucho tiempo.
El marido falleció el 12 de enero de 2004 (se suponía que de infarto de miocardio), Sandra murió el 4 de junio, días después de ingresar en el hospital con síntomas de intoxicación, y su hijo Antonio ingresó en el hospital poco después de la muerte de su hermana (con la misma sintomatología). La autopsia de Sandra reveló que había sido envenenada y, tres días después de su muerte, detuvieron a la madre.
En un primer momento, Paqui confesó haber administrado «Colme» (un medicamento indicado para dejar el alcohol compuesto de cianamida cálcica) a su marido y a sus dos hijos, con el fin de acabar con sus vidas, y negó cualquier tipo de participación en la muerte de su segunda hija. En este punto, todo parecía indicar que la presunta asesina quería librarse de los familiares para irse con el amigo de Tenerife. Pero la cosa cambió cuando, tras unos días en prisión, Paqui acabó confesando que había matado también a su segunda hija en 1990. A partir de este punto habría que investigar las muertes de todas las personas relacionadas con la supuesta envenenadora en los últimos 15 ó 20 años.
Síndrome de Münchausen por proyección
Los vecinos no salen de su asombro al recordar a Paqui siempre cuidando y preocupándose por su familia. Durante los dos últimos años los niños faltaban con mucha frecuencia a clase a causa de constantes enfermedades. Su madre llamaba al colegio y decía casi siempre que tenían gastroenteritis. Esta circunstancia, unida al hecho de que el supuesto asesinato de la segunda hija se produjo mucho antes de que conociera al internauta, podría descartar la existencia de un único móvil sentimental y plantea la hipótesis de que la acusada sufra el Síndrome de Münchausen por proyección.
Se trata de una variante de la hipocondría, pero en el caso del Münchausen por proyección la persona que lo padece necesita que sean otros los que se sientan enfermos y no él mismo. Es una perturbación básicamente femenina.
Las representantes típicas de la enfermedad son madres envenenadoras o abuelas que asfixian a los nietos, que aparentemente dan la impresión de estar siempre intentando complacer a los demás. Hacen ver que sufren mucho con la enfermedad de sus familiares y no se separan de su lado, al tiempo que les están suministrando pequeñas cantidades de veneno. Tienen una especie de enganche al sufrimiento y a ser las protagonistas del mayor número de desgracias. Criminalia.