Nadie era santo ahí. Pero en esta ocasión, el “Bruja” no tenía nada que ver en ese pleito. Andaba en su moto Gilera 200cc, de acompañante de su amigo “El Curucho”. Es más, estaba apurado porque quería ir al baile y ni presagiaba lo que sucedería esa noche del sábado 14 de noviembre de 1987 dentro de la famosa Villa “El Chorizo”.
“El Condorito” era cuñado de “La Zula”, pero el conflicto entre estos dos jóvenes maleantes venía por otro lado. Las malas lenguas decían que una novia de “El Curucho” lo engañó con Alcayaga y ese romance llegó tan lejos que la chica lo abandonó para irse a vivir con este otro delincuente del barrio Comandante Cabot.
Una deuda pendiente
Montenegro era de la Villa El Chorizo y aquella oportunidad no se la dejó pasar. Una noche se puso como loco de celos, reunió a un grupo de amigos y en patota fue a buscar a su novia al Cabot. Según cuentan, se armó un revuelo bárbaro. Patearon la puerta de la casa de los Alcayaga y cuando “El Condorito” salió le dieron una paliza. También la ligaron su padre y su hermano y sacaron a la chica a la rastra.
Eso pasó años atrás, pero Alcayaga había prometido vengarse y se la tenía jurada a “El Curucho”. El “Bruja” no había participado de ese ataque y apenas si conocía a “El Condorito”, de modo que no se compró esa vieja rencilla, aunque pueda que sabía que todo estaba mal entre este último y su amigo.
Por eso no le perdió de vista a “El Condorito”, a medida que éste se acercaba. Tampoco parecía amenazante, es que venía con su beba en brazos y con una de sus cuñadas al lado. El “Bruja” Molina se mantuvo distante, sentado sobre su Gilera, y “El Curucho” se paró con los brazos cruzados, fingiendo que no pasaba nada y a la vez desafiante.
Montenegro aseguró que “El Condorito” llegó directamente a provocarlo. “Eh, vos. Por qué andas diciendo que me vas a pegar un tiro. Si tenés algo que decirme, decímelo de frente. No te la des de matón, sos un maricón”, según “El Curucho”, que juró que no tenía problemas con Alcayaga.
En ese relato, contó que “El Condorito” Alcayaga se dio media vuelta, se alejó con su cuñada y el bebé y a los minutos regresó solo: “¿Qué es lo que tenemos que arreglar?”, le dijo, con vos amenazante y sacó el arma con la que los atacó a tiros.
La otra versión
Meses después, Alcayaga dio otra versión. “El Condorito” narró que esa noche del 14 de noviembre de 1987 estaba de casualidad en la villa, que era el cumpleaños de un sobrino de su mujer y que por esa razón fueron a esa fiesta familiar que se realizaba en la casa de su cuñado. Él había llevado un radiograbador para escuchar música. Y cuando se encontró con “El Curucho”, a eso de las 23.30, había salido a saludar a un vecino. Además, cargaba a su hija y lo acompañaba su cuñada.
Afirmó que fue “El Curucho” Montenegro quien se le atravesó en el camino y lo increpó. “Tenés que ir pagar el arreglo del auto que le quemaste al Carrizo”, le reprochó, en referencia a un incidente anterior con un vehículo, según declaró. Lo amenazó, agregó. En una de sus manos sostenía un revólver con el que lo encañonaba y con la otra le lanzó una trompada, diciéndole: “Te voy a hacer cagar. Te voy matar”.
Desenlace fatal
A quién creerle. Los dos eran maleantes y esa noche cada uno andaba con un revólver calzado en la cintura. Parte del relato de “El Condorito” Alcayaga fue respaldado por el testimonio de su cuñada de 14 años, que afirmó que “El Curucho” empezó la discusión y sacó un revólver. Esta adolescente también ratificó que el “Bruja” Molina no se metió en la discusión, que permaneció alejado y sentado arriba de su moto.
De lo que no quedan dudas fue que Alcayaga dejó a su hija en brazos de su cuñada adolescente y regresó por “El Curucho”. Se sospecha que esos segundos buscó un revólver en la casa de sus parientes o que ya lo traía encima y que no lo extrajo antes porque estaba con la beba.
Montenegro todavía seguía parado en una de las entradas a la Villa El Chorizo, en la intersección de las calles 25 de Mayo y Pueyrredón. A decir verdad, «El Curucho» esperó a «El Condorito» y volvió a sobrarlo haciendo un ademán con el revólver. Luego se puso el arma en la cintura, dando por cerrado el pleito.
“El Condorito” lo miró paciente. Y cuando se aseguró que su rival ya no tenía el revólver en la mano, realizó un rápido movimiento con su mano derecha y se escuchó el estampido. “El Curucho” Montenegro ni se lo esperó, pero Alcayaga traía un arma oculta. Era un revólver calibre 32 con el que le descerrajó un balazo que podría haberle volado la cabeza, pero que se le incrustó en el maxilar izquierdo.
Jorge Montenegro cayó aturdido en el suelo. El “Bruja” Molina observó despavorido la violenta escena y quedó paralizado por un instante. Su reacción fue correr hacia donde estaba tirado su amigo, mientras le gritaba a Alcayaga: “¡No!¡No, hermano!”, como preguntando qué hiciste. “El Condorito” tenía balas para él también. O supuso que este otro joven iba a agredirlo. El «Bruja» siempre solía llevar un arma.
“El Condorito” no lo dejó ni acercarse y a una distancia de 3 metros le largó un disparo al “Bruja”. Este recibió un tiro en el pecho, que lo tumbó. Alcayaga entonces aprovechó y salió corriendo por uno de los pasillos de la villa. Modesto Ernesto “Bruja” Molina hasta tanto logró ponerse de pie, caminó haciendo zigzag hasta que cruzó la calle 25 de Mayo y se desplomó en la vereda frente a la villa.
Su amigo “El Curucho” recuperó el conocimiento en esos minutos y, todavía mareado por el balazo en el rostro, miró en todas las direcciones buscando al “Bruja”. Cuando lo vio tendido, le suplicó que se levantara: “Vamos. Vamos antes que venga la cana”. Molina ya estaba muerto.
Los gritos y las corridas en la villa aumentaron la confusión. Al rato llegaron los móviles policiales y los uniformados constataron el fallecimiento de Modesto Ernesto Molina, alías “Bruja”. A Jorge Montenegro lo subieron a un patrullero y lo trasladaron a la guardia del Hospital Guillermo Rawson por esa herida de bala en el rostro. En el lugar encontraron el revólver calibre 22 marca Bagual que portaba este último, pero no había rastros de “El Condorito” Alcayaga.
Roberto Emilio Alcayaga se ocultó los días siguientes y consiguió que unos amigos de apellido Tello lo sacaran en vehículo hasta Caucete. A la semana escapó rumbo a La Rioja y finalmente recaló en Capital Federal. Allí se encontró con Francisco “El Moralillo” Morales, otro prófugo de la Justicia, y ambos se refugiaron durante meses en un conventillo de Villa Crespo.
A fines de agosto de 1988, la Policía Federal allanó esa propiedad y detuvo a “El Condorito” Alcayaga y a “El Moralillo”. Los dos fueron traídos a San Juan y el primero de ellos fue llevado a juicio entre abril y mayo de 1989 en el Tercer Juzgado en lo Penal.
El juez Enrique Domínguez dio por sentado que no hubo un enfrentamiento armado y tampoco una acción en legítima defensa por parte del acusado. El 14 de mayo de 1989, el magistrado firmó la sentencia y condenó a Roberto Emilio Alcayaga, de 22 años y apodado “El Condorito”, a la pena de 9 años de prisión por los delitos de homicidio simple y homicidio en grado de tentativa.
FUENTE: Sentencia del Tercer Juzgado en lo Penal, artículos periodísticos de Diario de Cuyo y hemerotecas de la Biblioteca Franklin y Archivo General de la Provincia de San Juan. © Tiempo de San Juan