Necrópolis de la Puerta de Nola en Pompeya. Aquí descansa la joven Aesquilina Pollia, fallecida con apenas veintidós años. N. Herennius, su marido, hizo construir para ella esta tumba con asientos semicirculares para que cualquiera que se acercara pudiera venir aquí, detenerse y recordarla. Después de casi dos mil años, desconocidos seguimos dentándonos a la sombra de la hermosa columna funeraria, en el asiento de piedra y leyendo su nombre: este es el valor de la memoria que perdura.
Sin embargo, Aesquilina no está sola, otra tumba de schola se abre en el lado opuesto de la carretera. Desafortunadamente, el clima aquí no ha sido bueno y no sabemos el nombre de la fallecida, pero sí sabemos que era una sacerdotisa de Ceres.
Aquí, en esta necrópolis, realmente se percibe lo que fue Pompeya entre el paisaje campesino y las ruinas.
Los últimos árboles y alfombras de hojas rojas nos recuerdan que es invierno, pero la primavera volverá en nuestra efímera y plena existencia.