Los cuervos realizan comportamientos que parecen funerales, pero en realidad cumplen una función de investigación y aprendizaje colectivo.
Cuando uno muere, otros se reúnen alrededor del cuerpo, observan el entorno y detectan posibles amenazas o depredadores.
Estos encuentros permiten que identifiquen qué pudo causar la muerte y registren esa información para futuras decisiones de supervivencia.
Estudios han demostrado que pueden recordar rostros humanos asociados con peligro durante semanas e incluso transmitir esa información a otros.
El comportamiento implica llamadas de alarma y observación cuidadosa, activando áreas cerebrales relacionadas con el análisis, no únicamente con emociones.
Aunque pueda parecer un acto de duelo, la evidencia indica que se trata de una estrategia adaptativa de defensa.
En algunos casos, se han visto interacciones físicas con el cadáver, como picoteos, exploración táctil o comportamientos inusuales.
Esta capacidad refleja una notable inteligencia social, donde la cooperación y la memoria colectiva aumentan las posibilidades de supervivencia del grupo.