Bajo este sencillo nombre, se esconde uno de los más frios y calculadores asesinos de la historia reciente de Francia.
Su nombre completo era Henrí-Désiré Landrú, vino al mundo en 1869 en el seno de una familia humilde, muy joven contrajo matrimonio con la que fue su esposa hasta el final. Con ella llevó una existencia normal, tuvo varios hijos y nunca su familia se vio envuelta en sus actividades delictivas.
Sin embargo, la fuerte avaricia de Landrú le hizo despreciar su rutinaria vida, dedicandose a las pequeñas estafas e ingresando varias veces en prision por estos asuntos.
Hasta aqui todo parece normal, con delitos menores, relacionados con dinero, sin embargo, con la guerra, la actitud de Landrú giró hacia un objetivo más facil y seguro según su forma de pensar. Por efecto de la guerra en el continente, el número de viudas creció enormemente, fijandose pronto Landrú en ellas como objetivo de sus estafas.
Su forma de operar era la siguiente: Publicaba en la prensa local anuncios en la sección de contactos, ofreciendo su «compañía y afecto sincero». Cuando una desafortunada mujer le respondía, intentaba concertar una cita con ella. No siempre lo lograba, pero de conseguirlo, se encontraban varias veces y siempre con nombre falso, dejaba a su familia en su residencia habitual, mientras el acudía a atender a sus «amigas». Generalmente se hacía pasar por un hombre adinerado, aunque no lo era, para así no despertar suspicacias entre sus víctimas, generalmente viudas acomodadas.
Al poco tiempo, las llevaba a una casa de campo en la que había instalado una gran cocina de carbon, una vez allí, las estrangulaba y las hacía desaparecer quemando sus restos.
Fue descubierto por las denuncias de desaparición de varias de sus víctimas, vistas por última vez en la pequeña localidad en la que conetía sus crímenes, Gambais. Las investigaciones de la policía y las descripciones del «novio» de las desaparecidas, permitieron localizar la casa donde sucedían tan tremendos crímenes.
En el registro efectuado, fueron encontradas las principales pruebas que sirvieron para condenarle, una agenda, con los nombres y datos personales de 293 mujeres que habían contestado a sus anuncios. En una investigación de tres meses, se buscó a todas esas mujeres, descubriendo que faltaban 10, estando todas ellas desaparecidas. Se encontraron restos humanos en la cocina industrial de la casa, así como en el jardíb, debajo de los esplendidos rosales. Sin embargo Landú no confesaba, y se declaraba inocente mientrasno aparecieran los cadaveres. La policía se desesperaba porque faltaban las pruebas directas que demostrasen que él había asesinado, y posteriormente enterrado o incinerado, a las desgraciadas mujeres.
Pese a todo, el juicio se llevó a cabo, ya que el pueblo exigia justicia. Durante todo el proceso, Landrú mantuvo su inocencia y su sarcasmo característico. Su proceso fue seguido masivamente por la sociedad de su época, incluso actrices, y miembros de la alta sociedad estuvieron presentes durante el juicio, a las que el criminal se dirigía con galantería.
Finalmente fue declarado culpable siendo ejecutado en la guillotina el 23 de febrero de 1922. Sus últimas palabras fueron en verdad enigmáticas:»No es la primera vez que se condena a un inocente».